Vivar del Cid
Vivar del Cid
Esta localidad burgalesa es conocida por ser el lugar en el que el Cantar de Mío Cid sitúa el origen del héroe burgalés Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid. Por este motivo, es el punto de origen del Camino del Cid.
A pocos kilómetros al norte de Burgos, en la carretera de Santander, se encuentra Vivar del Cid, donde según el poema anónimo Cantar de Mío Cid, nació el héroe burgalés Rodrígo Díaz de Vivar hacia el año 1048, en alguna de las casas de su padre, el conde Diego Laínez, poseía en la localidad.
Delante de la iglesia parroquial de San Pedro, en el centro del pueblo, se alza la estatua de este legendario caballero medieval, realizada en 1963 por el escultor levantino Francisco Catalá y restaurada recientemente. Hoy la estatua es el primer hito del denominado “Camino del Cid”, una ruta turística que sigue los pasos del Cid en su camino del destierro hasta tierras valencianas.
En el convento de monjas de Santa Clara, enclavado en esta localidad, se guardó durante siglos el Cantar de Mío Cid, hasta que en el siglo XVIII fue llevado a Madrid por Eugenio Llaguno, secretario de Estado. Este monasterio fue fundado en 1477 y contiene una serie de valiosos retablos barrocos y una curiosa imagen de la Virgen del Espino, datada en el siglo XIV, que es la titular del antiguo santuario mariano sobre el que se fundó el cenobio.
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Vivar del Cid
Esta localidad burgalesa es conocida por ser el lugar en el que el Cantar de Mío Cid sitúa el origen del héroe burgalés Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid. Por este motivo, es el punto de origen del Camino del Cid.
A pocos kilómetros al norte de Burgos, en la carretera de Santander, se encuentra Vivar del Cid, donde según el poema anónimo Cantar de Mío Cid, nació el héroe burgalés Rodrígo Díaz de Vivar hacia el año 1048, en alguna de las casas de su padre, el conde Diego Laínez, poseía en la localidad.
Delante de la iglesia parroquial de San Pedro, en el centro del pueblo, se alza la estatua de este legendario caballero medieval, realizada en 1963 por el escultor levantino Francisco Catalá y restaurada recientemente. Hoy la estatua es el primer hito del denominado “Camino del Cid”, una ruta turística que sigue los pasos del Cid en su camino del destierro hasta tierras valencianas.
En el convento de monjas de Santa Clara, enclavado en esta localidad, se guardó durante siglos el Cantar de Mío Cid, hasta que en el siglo XVIII fue llevado a Madrid por Eugenio Llaguno, secretario de Estado. Este monasterio fue fundado en 1477 y contiene una serie de valiosos retablos barrocos y una curiosa imagen de la Virgen del Espino, datada en el siglo XIV, que es la titular del antiguo santuario mariano sobre el que se fundó el cenobio.