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Ermita de la Santísima Trinidad

Ermita de la Santísima Trinidad

La ermita de la Santísima Trinidad un ejemplo de devoción popular, ya que este proyecto fue costeado por el pueblo de Fuentespina. Tras varias restauraciones recientes la ermita se conserva en buenas condiciones.

Se trata de un edificio barroco con planta de cruz latina y de una sola nave, con camarín y coro a los pies. El conjunto está cubierto por una cúpula en el tramo central del crucero y por bóvedas en la nave y los brazos del crucero. Todo ello con yeserías. En su exterior destaca su fachada y, en el interior, los retablos barrocos.

Gracias a varias restauraciones recientes su estado de conservación es óptimo. Fue declarada Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, el día 9 de abril de 1.992. Se la considera uno de los mejores ejemplos de ermitas barrocas.



Más info

Esta ermita, también conocida como santuario del Padre Eterno, se sitúa a un kilómetro al oeste de la villa de Fuentespina y constituye un centro devocional de arraigada tradición en La Ribera. Fue esa devoción la que llevó a los habitantes de Fuentespina en 1719 a plantearse el ambicioso proyecto de su construcción, costeado gracias al esfuerzo de todo el pueblo. A ello contribuyó la favorable situación socio-económica del momento, en torno a los siglos XVII-XVIII, debido a la revalorización de las rentas agrícolas, así como al desarrollo del viñedo, principal orientación productiva de la villa.

Sabemos que desde el siglo XVI existía una ermita bajo la advocación de la Santísima Trinidad, a la que acudían en solemne procesión el Concejo arandino y numerosos fieles de la zona. Sin embargo, cuando Felipe IV otorgó el título de villa realenga a Fuentespina en 1636 ésta se separó de la jurisdicción de Aranda y el regimiento arandino dejó de acudir a la ermita. No por ello cesó la devoción a la Santísima Trinidad. Así lo atestigua la magnífica construcción que podemos contemplar hoy en día declarada Bien de Interés Cultural en 1992.

La ermita se yergue con protagonismo en el paraje de acuerdo con el gusto barroco, ya que su aislamiento resalta el juego volumétrico de sus distintos componentes.

Se trata de un edificio de planta de cruz latina con una sola nave, camarín y coro alto a los pies. En el exterior llama la atención la bicromía de los materiales con el empleo de mampuesto en los muros y sillería en elementos más concretos como las cornisas y los marcos de los vanos.

El elemento más significativo es la fachada barroca, configurada como un gran telón de fondo del paseo arbolado que precede al edificio. Está formada por una

portada edicular, bajo un arco de medio punto a modo de entrada triunfal y rematada con una espadaña. Cabe señalar la imagen de la Santísima Trinidad situada en una hornacina y realizada en 1736 por Antonio Gautica de Mendoza. Concebida de forma rígida, destaca la intensa mirada de Dios padre, iconografía que se repite en el interior del templo. Sobre la estructura del gran arco triunfal se sitúa un magnífico escudo realizado en 1722 que incorpora la corona real, el toisón y las armas de Castilla, de León y de Fuentespina como referencia a su condición de realengo. Su autor es desconocido, pero presenta claras similitudes con la fachada del monasterio de Santa María de La Vid.

En el interior llama la atención la profusa decoración con elementos naturalistas en las cubiertas en claro contraste con la sobriedad de las superficies, lo cual se entiende por la búsqueda de una atmósfera de misterio característica del barroco. El mobiliario costeado por el pueblo alcanza un gran protagonismo. En 1730 comenzó la construcción del retablo mayor de estilo churrigueresco en transición al rococó, presidido por la imagen de la Santísima Trinidad. En 1752 se doró y se realizaron los retablos colaterales con la misma estructura compositiva y decoración que el primero. Están dedicados a los santos predicadores San Francisco Javier y Santo Domingo de Guzmán, este último acompañado de otros miembros de la orden franciscana como son San Pedro Regalado y San Antonio de Padua, con mucho arraigo en La Ribera. El resto son imágenes vinculadas a la Santísima Trinidad como San José, la Virgen y San Juan Bautista.

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Gracias a varias restauraciones recientes su estado de conservación es óptimo. Fue declarada Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, el día 9 de abril de 1.992. Se la considera uno de los mejores ejemplos de ermitas barrocas.



Más info

Esta ermita, también conocida como santuario del Padre Eterno, se sitúa a un kilómetro al oeste de la villa de Fuentespina y constituye un centro devocional de arraigada tradición en La Ribera. Fue esa devoción la que llevó a los habitantes de Fuentespina en 1719 a plantearse el ambicioso proyecto de su construcción, costeado gracias al esfuerzo de todo el pueblo. A ello contribuyó la favorable situación socio-económica del momento, en torno a los siglos XVII-XVIII, debido a la revalorización de las rentas agrícolas, así como al desarrollo del viñedo, principal orientación productiva de la villa.

Sabemos que desde el siglo XVI existía una ermita bajo la advocación de la Santísima Trinidad, a la que acudían en solemne procesión el Concejo arandino y numerosos fieles de la zona. Sin embargo, cuando Felipe IV otorgó el título de villa realenga a Fuentespina en 1636 ésta se separó de la jurisdicción de Aranda y el regimiento arandino dejó de acudir a la ermita. No por ello cesó la devoción a la Santísima Trinidad. Así lo atestigua la magnífica construcción que podemos contemplar hoy en día declarada Bien de Interés Cultural en 1992.

La ermita se yergue con protagonismo en el paraje de acuerdo con el gusto barroco, ya que su aislamiento resalta el juego volumétrico de sus distintos componentes.

Se trata de un edificio de planta de cruz latina con una sola nave, camarín y coro alto a los pies. En el exterior llama la atención la bicromía de los materiales con el empleo de mampuesto en los muros y sillería en elementos más concretos como las cornisas y los marcos de los vanos.

El elemento más significativo es la fachada barroca, configurada como un gran telón de fondo del paseo arbolado que precede al edificio. Está formada por una

portada edicular, bajo un arco de medio punto a modo de entrada triunfal y rematada con una espadaña. Cabe señalar la imagen de la Santísima Trinidad situada en una hornacina y realizada en 1736 por Antonio Gautica de Mendoza. Concebida de forma rígida, destaca la intensa mirada de Dios padre, iconografía que se repite en el interior del templo. Sobre la estructura del gran arco triunfal se sitúa un magnífico escudo realizado en 1722 que incorpora la corona real, el toisón y las armas de Castilla, de León y de Fuentespina como referencia a su condición de realengo. Su autor es desconocido, pero presenta claras similitudes con la fachada del monasterio de Santa María de La Vid.

En el interior llama la atención la profusa decoración con elementos naturalistas en las cubiertas en claro contraste con la sobriedad de las superficies, lo cual se entiende por la búsqueda de una atmósfera de misterio característica del barroco. El mobiliario costeado por el pueblo alcanza un gran protagonismo. En 1730 comenzó la construcción del retablo mayor de estilo churrigueresco en transición al rococó, presidido por la imagen de la Santísima Trinidad. En 1752 se doró y se realizaron los retablos colaterales con la misma estructura compositiva y decoración que el primero. Están dedicados a los santos predicadores San Francisco Javier y Santo Domingo de Guzmán, este último acompañado de otros miembros de la orden franciscana como son San Pedro Regalado y San Antonio de Padua, con mucho arraigo en La Ribera. El resto son imágenes vinculadas a la Santísima Trinidad como San José, la Virgen y San Juan Bautista.

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