Aranda de Duero
Aranda de Duero
La villa arandina es el centro de referencia de la Ribera burgalesa. Su estratégica posición junto al Duero, y en un cruce de caminos, la convierte en privilegiado escenario de la historia, arropada por la fama de sus vinos.
La villa de Aranda de Duero se encuentra situada en el extremo sur de la provincia de Burgos. Aranda ofrece una peculiaridad respecto a las más notables villas de su entorno ya que no consta que naciera como plaza militar fortificada, sino, más bien, como enlace de comunicación entre las tierras del Norte y el Sur del Duero. Su tradicional vitalidad y privilegiada situación geográfica le han convertido en la capital de la Ribera del Duero burgalesa.
De la primitiva muralla muralla que en el siglo XII protegía la villa se conserva hoy solo la puerta del Duero. Fuera de este espacio comenzaron pronto a desarrollarse importantes arrabales en la zona que se conoce como Plaza del Trigo, dedicada al comercio de dicho cereal, y la Plaza Nueva (actual plaza Mayor), donde se celebraban los mercados y ferias. En los siglos XIV y XV, se procedió a la construcción de una segunda muralla, para incorporar los espacios anteriores, dejando fuera otros (barrio de San Gregorio, San Francisco, Tenerías, Fuenteminaya…). La Plaza Mayor, la calle San Francisco o la Plaza del Trigo quedaron porticadas para favorecer el desarrollo de las actividades comerciales, además de proteger del frío y la lluvia.
Los siglos XV y XVI fueron muy más prósperos para Aranda, ya que se convirtió en foco de atracción para las familias nobles de la comarca, que se animaron a construir sus palacios y casas solariegas en la villa, como fue el caso de los Acuña, Rojas, Avellaneda, etc., destacando entre todas la casa de los Berdugo.
La iglesia de Santa María la Real es el edificio más representativo de la villa, ejemplo de su periodo de esplendor y centro sobre el que giró su expansión urbana. Su ambicioso proyecto constructivo ya estaba en marcha en 1439 y ha sido relacionado con Juan de Colonia.
La ocupación que mayor relevancia otorgó a la villa fue el cultivo de la vid y la elaboración de vino, con reflejo directo en su estructura urbana y arquitectura popular. Multitud de bodegas fueron excavadas en el subsuelo de las casas, durante los siglos XIV y XV, buscando el aislamiento y unas determinadas condiciones de humedad y temperatura. Están conformadas por un laberinto de pasillos subterráneos, a menudo comunicados entre sí y convenientemente ventilados por numerosas “zarceras”, con salida directa a la calle. Esto ha dado lugar a intrincadas redes situadas a una profundidad que ronda los 10 metros. La Bodega de las Ánimas ofrece una visita turística, mientras que otras están ocupadas por restaurantes o son utilizadas por las peñas, que realizan una gran contribución a la conservación de tan singulares espacios.
En la Plaza Mayor se encuentra el CIAVIN, centro de Interpretación de la arquitectura del vino donde podremos conocer la arquitectura tradicional relacionada con el vino.
Junto a los atractivos monumentales, urbanísticos, históricos y festivos de Aranda, hemos de citar la importante tradición gastronómica de la villa, famosa por el lechazo asado en horno de leña, que se puede degustar en los diferentes restaurantes y asadores de la localidad, regado por los magníficos caldos de la tierra.
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A lo largo del siglo XVI se levantan toda una serie de edificios religiosos extramuros. Cabe señalar el monasterio de San Francisco, con mucha influencia en la vida religiosa arandina hasta el siglo XVIII, y el convento de Santi Spiritus, de dominicos, al lado del actual Hospital de los Santos Reyes. Otro edificio de esta época es el Colegio Vera-Cruz, dotado por don Pedro de Acuña y Avellaneda. Muchos de estos edificios sufrieron los ataques de los ejércitos napoleónicos a comienzos del siglo XIX.
En las afueras de Aranda de Duero se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas, patrona de la Villa, renovada a mediados del siglo XVI y muy reformada en tiempos modernos.
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Aranda de Duero
La villa arandina es el centro de referencia de la Ribera burgalesa. Su estratégica posición junto al Duero, y en un cruce de caminos, la convierte en privilegiado escenario de la historia, arropada por la fama de sus vinos.
La villa de Aranda de Duero se encuentra situada en el extremo sur de la provincia de Burgos. Aranda ofrece una peculiaridad respecto a las más notables villas de su entorno ya que no consta que naciera como plaza militar fortificada, sino, más bien, como enlace de comunicación entre las tierras del Norte y el Sur del Duero. Su tradicional vitalidad y privilegiada situación geográfica le han convertido en la capital de la Ribera del Duero burgalesa.
De la primitiva muralla muralla que en el siglo XII protegía la villa se conserva hoy solo la puerta del Duero. Fuera de este espacio comenzaron pronto a desarrollarse importantes arrabales en la zona que se conoce como Plaza del Trigo, dedicada al comercio de dicho cereal, y la Plaza Nueva (actual plaza Mayor), donde se celebraban los mercados y ferias. En los siglos XIV y XV, se procedió a la construcción de una segunda muralla, para incorporar los espacios anteriores, dejando fuera otros (barrio de San Gregorio, San Francisco, Tenerías, Fuenteminaya…). La Plaza Mayor, la calle San Francisco o la Plaza del Trigo quedaron porticadas para favorecer el desarrollo de las actividades comerciales, además de proteger del frío y la lluvia.
Los siglos XV y XVI fueron muy más prósperos para Aranda, ya que se convirtió en foco de atracción para las familias nobles de la comarca, que se animaron a construir sus palacios y casas solariegas en la villa, como fue el caso de los Acuña, Rojas, Avellaneda, etc., destacando entre todas la casa de los Berdugo.
La iglesia de Santa María la Real es el edificio más representativo de la villa, ejemplo de su periodo de esplendor y centro sobre el que giró su expansión urbana. Su ambicioso proyecto constructivo ya estaba en marcha en 1439 y ha sido relacionado con Juan de Colonia.
La ocupación que mayor relevancia otorgó a la villa fue el cultivo de la vid y la elaboración de vino, con reflejo directo en su estructura urbana y arquitectura popular. Multitud de bodegas fueron excavadas en el subsuelo de las casas, durante los siglos XIV y XV, buscando el aislamiento y unas determinadas condiciones de humedad y temperatura. Están conformadas por un laberinto de pasillos subterráneos, a menudo comunicados entre sí y convenientemente ventilados por numerosas “zarceras”, con salida directa a la calle. Esto ha dado lugar a intrincadas redes situadas a una profundidad que ronda los 10 metros. La Bodega de las Ánimas ofrece una visita turística, mientras que otras están ocupadas por restaurantes o son utilizadas por las peñas, que realizan una gran contribución a la conservación de tan singulares espacios.
En la Plaza Mayor se encuentra el CIAVIN, centro de Interpretación de la arquitectura del vino donde podremos conocer la arquitectura tradicional relacionada con el vino.
Junto a los atractivos monumentales, urbanísticos, históricos y festivos de Aranda, hemos de citar la importante tradición gastronómica de la villa, famosa por el lechazo asado en horno de leña, que se puede degustar en los diferentes restaurantes y asadores de la localidad, regado por los magníficos caldos de la tierra.
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A lo largo del siglo XVI se levantan toda una serie de edificios religiosos extramuros. Cabe señalar el monasterio de San Francisco, con mucha influencia en la vida religiosa arandina hasta el siglo XVIII, y el convento de Santi Spiritus, de dominicos, al lado del actual Hospital de los Santos Reyes. Otro edificio de esta época es el Colegio Vera-Cruz, dotado por don Pedro de Acuña y Avellaneda. Muchos de estos edificios sufrieron los ataques de los ejércitos napoleónicos a comienzos del siglo XIX.
En las afueras de Aranda de Duero se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas, patrona de la Villa, renovada a mediados del siglo XVI y muy reformada en tiempos modernos.