Torre de Carazo
Torre de Carazo
En el centro del triángulo que forman Santo Domingo de Silos, Carazo y Contreras se hallan los restos de lo que debió ser una impresionante fortaleza, cuya historia arranca en el siglo X.
Únicamente quedan las ruinas de un cubo aislado al noreste y dos en el lado opuesto, unidos por un paramento del que se conserva buena parte, y otros dos al oeste, también conectados por un lienzo. En todos los restos conservados se empleó sillarejo con relleno de cal y canto.
Las ruinas de la fortaleza de Carazo se sitúan sobre la estrecha meseta de San Carlos, que forma parte del singular relieve de las Peñas de Carazo. Se trata de un relieve estructural de morfología tabular sobre los materiales plegados que conforman la parte suroriental de la Sierra de la Demanda. En él se distinguen dos elementos destacados, las mesas de San Carlos y Soncarazo. La primera es de menor extensión, pero su carácter de inexpugnable baluarte natural favoreció la continua ocupación humana en el pasado.
Más info
La historia de esta torre arranca en el siglo X, cuando al parecer Gonzalo Téllez desalojó a los moros de este lugar. Lo que sí está documentado es su existencia en tiempos de Fernán González.
Entre 1047 y 1054 aparece como tenente de la fortaleza don Nuño Álvarez. En 1083 pertenecía a don Gonzalo Núñez de Navarra, lo cual demuestra el valor estratégico que tuvo esta fortaleza durante los años de lucha entre los reinos navarro y castellano. En 1380 las Peñas de Carazo pasaron a formar parte de las posesiones de los Castañeda por concesión del rey. La fortaleza tenía como objetivo controlar el paso del alfoz de Lara por el suroeste. En 1458 el conde de Haro fue su propietario. Durante la I guerra Carlista volvió a tener importancia estratégico-militar.
La ubicación de esta fortaleza en un lugar prácticamente inaccesible, así como su alejamiento de un centro urbano importante la convierten en un ejemplar único dentro de la provincia de Burgos. Los restos se hallan cerca de uno de los pocos accesos a la mencionada meseta de San Carlos.
En la actualidad tan sólo quedan un cubo aislado al noreste, dos en el lado opuesto unidos por un paramento del que se conserva buena parte, y otros dos al oeste, también unidos por un lienzo. Junto a éstos debió encontrarse la entrada, de manera que el ángulo del suroeste se completó con una gran torre cuadrada y diversas obras adyacentes. En todos los restos conservados se empleó sillarejo con relleno de cal y canto.
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Torre de Carazo
En el centro del triángulo que forman Santo Domingo de Silos, Carazo y Contreras se hallan los restos de lo que debió ser una impresionante fortaleza, cuya historia arranca en el siglo X.
Únicamente quedan las ruinas de un cubo aislado al noreste y dos en el lado opuesto, unidos por un paramento del que se conserva buena parte, y otros dos al oeste, también conectados por un lienzo. En todos los restos conservados se empleó sillarejo con relleno de cal y canto.
Las ruinas de la fortaleza de Carazo se sitúan sobre la estrecha meseta de San Carlos, que forma parte del singular relieve de las Peñas de Carazo. Se trata de un relieve estructural de morfología tabular sobre los materiales plegados que conforman la parte suroriental de la Sierra de la Demanda. En él se distinguen dos elementos destacados, las mesas de San Carlos y Soncarazo. La primera es de menor extensión, pero su carácter de inexpugnable baluarte natural favoreció la continua ocupación humana en el pasado.
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La historia de esta torre arranca en el siglo X, cuando al parecer Gonzalo Téllez desalojó a los moros de este lugar. Lo que sí está documentado es su existencia en tiempos de Fernán González.
Entre 1047 y 1054 aparece como tenente de la fortaleza don Nuño Álvarez. En 1083 pertenecía a don Gonzalo Núñez de Navarra, lo cual demuestra el valor estratégico que tuvo esta fortaleza durante los años de lucha entre los reinos navarro y castellano. En 1380 las Peñas de Carazo pasaron a formar parte de las posesiones de los Castañeda por concesión del rey. La fortaleza tenía como objetivo controlar el paso del alfoz de Lara por el suroeste. En 1458 el conde de Haro fue su propietario. Durante la I guerra Carlista volvió a tener importancia estratégico-militar.
La ubicación de esta fortaleza en un lugar prácticamente inaccesible, así como su alejamiento de un centro urbano importante la convierten en un ejemplar único dentro de la provincia de Burgos. Los restos se hallan cerca de uno de los pocos accesos a la mencionada meseta de San Carlos.
En la actualidad tan sólo quedan un cubo aislado al noreste, dos en el lado opuesto unidos por un paramento del que se conserva buena parte, y otros dos al oeste, también unidos por un lienzo. Junto a éstos debió encontrarse la entrada, de manera que el ángulo del suroeste se completó con una gran torre cuadrada y diversas obras adyacentes. En todos los restos conservados se empleó sillarejo con relleno de cal y canto.