Monasterio de Santa María la Imperial de Obarenes
Monasterio de Santa María la Imperial de Obarenes
Románticas ruinas del monasterio fundado por Alfonso VII en el siglo XII. El abandono del edificio es total y los restos arquitectónicos difícilmente se perciben tras la vegetación. Entre las ruinas, aún se vislumbran vestigios de su amplia iglesia.
Desde Encío se puede llegar a través de una calzada de época napoleónica a este monasterio, que se halla escondido entre una espesa vegetación. Hunde sus raíces en los tiempos altomedievales. Desde el siglo IX los eremitas poblaron los montes Obarenes, entre Pancorbo y el Ebro. Es muy probable que, en el lugar en el que hoy se encuentra el monasterio, hubiera en la época condal alguna primitiva comunidad de religiosos. Hay testimonios que mencionan que en el año 86 existía en la zona un conjunto eremítico bajo la advocación de san Mamés. De esta posible primera fundación aún se conservan algunos restos constituidos por una necrópolis y varias cuevas excavadas.
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A mediados del siglo XII, Alfonso VII refundó esta abadía otorgándola el título de “Imperial”. El rey proporcionó a los monjes benedictinos numerosas tierras que permitieron su desarrollo material y artístico. Cada uno de los siglos ha ido dejando huella en el conjunto desde el siglo XIII en que se construyera la amplia iglesia gótica hasta el siglo XVIII en que se levantara el refectorio. Un incendio en 1781 destruyó casi todo el conjunto. Pero tan solo unos días más tarde comenzó la restauración promovida por la congregación benedictina de Valladolid. En cuatro años el daño quedó reparado, pero la Exclaustración y la Desamortización acabaron de golpe con su larga trayectoria histórica y su riqueza patrimonial.
Hoy el abandono es total y los restos arquitectónicos difícilmente se perciben tras la vegetación. Entre sus ruinas aún se vislumbran restos de su amplia iglesia. En la entrada hay un gran arco ojival abocinado. El interior es monumental. Consta de tres naves terminadas en ábsides poligonales, cubiertas por bóvedas de crucería. La nave central se prolonga hacia la entrada por donde se accedía al coro.
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Monasterio de Santa María la Imperial de Obarenes
Románticas ruinas del monasterio fundado por Alfonso VII en el siglo XII. El abandono del edificio es total y los restos arquitectónicos difícilmente se perciben tras la vegetación. Entre las ruinas, aún se vislumbran vestigios de su amplia iglesia.
Desde Encío se puede llegar a través de una calzada de época napoleónica a este monasterio, que se halla escondido entre una espesa vegetación. Hunde sus raíces en los tiempos altomedievales. Desde el siglo IX los eremitas poblaron los montes Obarenes, entre Pancorbo y el Ebro. Es muy probable que, en el lugar en el que hoy se encuentra el monasterio, hubiera en la época condal alguna primitiva comunidad de religiosos. Hay testimonios que mencionan que en el año 86 existía en la zona un conjunto eremítico bajo la advocación de san Mamés. De esta posible primera fundación aún se conservan algunos restos constituidos por una necrópolis y varias cuevas excavadas.
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A mediados del siglo XII, Alfonso VII refundó esta abadía otorgándola el título de “Imperial”. El rey proporcionó a los monjes benedictinos numerosas tierras que permitieron su desarrollo material y artístico. Cada uno de los siglos ha ido dejando huella en el conjunto desde el siglo XIII en que se construyera la amplia iglesia gótica hasta el siglo XVIII en que se levantara el refectorio. Un incendio en 1781 destruyó casi todo el conjunto. Pero tan solo unos días más tarde comenzó la restauración promovida por la congregación benedictina de Valladolid. En cuatro años el daño quedó reparado, pero la Exclaustración y la Desamortización acabaron de golpe con su larga trayectoria histórica y su riqueza patrimonial.
Hoy el abandono es total y los restos arquitectónicos difícilmente se perciben tras la vegetación. Entre sus ruinas aún se vislumbran restos de su amplia iglesia. En la entrada hay un gran arco ojival abocinado. El interior es monumental. Consta de tres naves terminadas en ábsides poligonales, cubiertas por bóvedas de crucería. La nave central se prolonga hacia la entrada por donde se accedía al coro.