
Covarrubias
Covarrubias
Covarrubias es una de las villas con más carisma de la provincia burgalesa. A 40 kilómetros al sudeste de Burgos, esta bella localidad se encuentra situada en las rutas de la Lana y del destierro de El Cid Campeador.
Junto a la fértil ribera del río Arlanza, su recinto urbano tiene un singular interés con restos de la antigua muralla, que fue remolada entre los siglos X y XIII.
En el casco histórico de Covarrubias se pueden apreciar al menos siete monumentos clasificados de interés cultural (BIC) como el Torreón de Doña Urraca del siglo X o la ex-Colegiata de San Cosme y San Damián. Esta iglesia parroquial que fue elevada en el siglo VII y reformada en el siglo XV, acoge un interesante panteón de ilustres familias de la villa y el sepulcro del Conde Fernán González y su esposa doña Sancha. En el claustro del siglo XVI se encuentra también el sepulcro de la infanta Cristina de Noruega. El museo de la colegiata guarda interesantísimas piezas entre las que destaca el tríptico de la Adoración de los Reyes Magos del siglo XVI.
Forman parte de este singular conjunto la iglesia de Santo Tomás del siglo XV, el Torreón de Fernán González del siglo X, el Arco del Adelantamiento de Castilla del siglo XVI, el Crucero y el rollo jurisdiccional del siglo XVI.
En la plaza del Obispo Peña, así como en la plaza de Doña Sancha se pueden apreciar los mejores ejemplos de la arquitectura agropecuaria típica de Covarrubias, donde se mezclan la piedra de la planta baja con los entramados de madera y el adobe de las plantas superiores. Cabe destacar los soportales y las balconadas cubiertas que son la firma distintiva de las casas rachelas en la Edad Media.


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La villa de Covarrubias se halla emplazada a orillas del Arlanza, con los sugerentes relieves calizos de la Sierra de las Mamblas como telón de fondo. La multitud de cavidades de color ocre rojizo que se abren en las paredes rocosas del entorno, debidas a los procesos de karstificación de la caliza, han dado su nombre a Covarrubias. Su caserío, apiñado en calles de trazado claramente medieval, aparece presidido por el macizo torreón de Fernán González y la ex-colegiata de San Cosme y San Damián, todo lo cual evoca un esplendoroso pasado, unido al nacimiento de Castilla.
Los orígenes de la villa se remontan a la época romana, cuando algunas tribus de filiación celtibérica, los turmogos, abandonaron sus castros defensivos en lo alto de la Sierra para formar una pequeña población en el llano. Para algunos historiadores, bajo la dominación romana pudieron ser construidos tanto el puente sobre el río Arlanza como un primitivo torreón, cuya finalidad habría sido defender una estratégica calzada que unía las ciudades de Lara y Clunia. Según la tradición local, también es probable que los visigodos se hubieran asentado en este lugar y que, por mandato de su rey Chindasvinto, hubieran edificado, a mediados del siglo VII, el primitivo templo de San Cosme y San Damián. El caos y la incertidumbre vividos en la comarca del Arlanza, como en el resto de los territorios de la Cuenca del Duero, durante la segunda mitad del siglo VIII y a lo largo de casi todo el siglo IX, condujeron a la población a refugiarse en las cuevas, recuperando antiguas formas de vida rupestre.
A principios del siglo X la situación empezó a cambiar, pues los condes castellanos lograron consolidar la línea defensiva del Arlanza, lo que iba a favorecer el renacer de la villa como una población muy vinculada a los sucesores del conde de Lara. El año 972 es una fecha clave pues la iglesia y el lugar de Covarrubias, que estaban en manos del monasterio de San Pedro de Valeránica, pasaron a manos del conde Garci Fernández, hijo de Fernán González. Poco tiempo después, en el 978, y siguiendo las costumbres de la época, ofreció al monasterio a su hija Urraca y fundó el Infantado de Covarrubias. De esta manera, dicho centro religioso se convirtió en uno de los más importantes del condado desde el punto de vista económico y cultural. La infanta Urraca recibió un extenso y bien dotado señorío sobre el que ejerció un dominio directo con plena autoridad jurídica, civil y eclesiástica. Posteriormente, el Infantado fue gobernado por otras dos grandes señoras, doña Urraca, hija de Fernando I de Castilla, y doña Sancha, descendiente de la anterior. Tras su gobierno y por decisión de los reyes de Castilla, el cargo, con los derechos señoriales anejos, serán ejercidos por los abades del monasterio de San Cosme y San Damián.
La influencia del Infantado, a cuya figura quedará sometida la villa tanto en lo eclesiástico como en lo civil, se vio acompañada de otro factor muy beneficioso: la concesión del Fuero en 1148 por la infanta doña Sancha. En virtud del mismo, la infanta concedía importantes beneficios a los que acudieran a poblar la villa, lo que incentivó el traslado a la misma de todos los habitantes de las aldeas cercanas (Cerezuelos, Valdera, Mecerreyuelo, etc.). Asimismo, quedaron establecidas las normas del señorío, y las leyes que debían regir en lo civil y en lo criminal. A finales del siglo XII y comienzos del XIII, el Infantado atravesó malos tiempos, porque parte de su patrimonio fue traspasado por los reyes a otras entidades señoriales, como fue el caso del Hospital del Rey de Burgos. No obstante, volverá a recuperar parte de su antiguo esplendor durante el reinado de Fernando III.
Los siglos XV y XVI fueron tiempos de gran plenitud para la localidad. En esta época experimentó un gran desarrollo urbano, ampliándose con tres arrabales situados en las salidas de los caminos principales que parten de Covarrubias. Amurallada hasta el siglo XVI, se aprecia en su trazado la ronda de muralla. La articulación del espacio se realiza con manzanas rectangulares de casas y calles estrechas dispuestas en paralelo, que desembocan en las distintas plazas. Éstas, de planta irregular, se abren ante los principales edificios. Algunas de las más importantes son la de doña Urraca, en la que se encuentra ubicado el Ayuntamiento en la que fuera la casa de Fernán González, la de doña Sancha y la del obispo Peña. Covarrubias conserva numerosas casas de tipo tradicional en las que se aprecia el típico entramado castellano en los pisos superiores. El mejor exponente lo encontramos en la casa de doña Sancha, construida, probablemente, a finales de la Edad Media, aunque fue muy transformada posteriormente. Se trata de una vivienda de tres plantas, siendo la baja de piedra y las superiores de adobe revestido con mortero de barro, dejando a la vista los entramados de madera. En la parte baja se abre un amplio soportal sobre el que vuelan las plantas superiores sostenidas con pilastras de madera o piedra. La fachada del primer piso se decora con balcones con antepechos de hierro, y un corredor o solana se sitúa en la tercera planta. Interiormente, responde al tipo de vivienda popular agropecuaria característico de la zona. Zaguán, cuadra y otras estancias de almacén en la planta baja; cocina con chimenea troncocónica, en la primera planta; alcobas, en la segunda; y sobre éstas, el desván.
Además de la rica arquitectura popular destacan una serie de importantes edificios monumentales. El acceso a la población, desde Salas de los Infantes, se realiza por el arco sobre el que se sitúa el Archivo del Adelantamiento de Castilla, hoy puerta de honor de entrada a la villa. Mandado construir en 1575 por orden de Felipe II, es uno de los mejores exponentes de arquitectura civil del siglo XVI en la provincia de Burgos.
Otro monumento destacado es la iglesia de Santo Tomás, situada en el centro de la villa. Nació a raíz de la promulgación de los fueros por doña Sancha, en 1148, para convertirse en la parroquia de los nuevos pobladores llegados de los pueblos cercanos. No obstante, fue reedificada en el siglo XV. Entre sus elementos de interés, sobresalen la escalera y púlpito renacentistas, y sus magníficos retablos.
El monumento más notable de Covarrubias es la Colegiata de San Cosme y San Damián, una de las mejores creaciones arquitectónicas del gótico burgalés. La iglesia, panteón condal, alberga en su interior notables sepulcros góticos, como los de las Infantas de Covarrubias y los sarcófagos romanos de Fernán González y su esposa doña Sancha. También cabe señalar el claustro de estilo tardogótico, construido en el siglo XVI, donde se encuentra el sepulcro de la princesa Cristina de Noruega, así como la capilla de los Mártires y el Museo de la Colegiata. Este último muestra obras de gran interés como las tablas hispano-flamencas de los primitivos retablos de la iglesia. Próximo a este bello monumento se encuentran los restos de la antigua muralla, hoy conocido como el Paseo de la Solarana, y el Torreón de Doña Urraca o de Fernán González. Según la tradición, en él fue encerrada la condesa Urraca hasta su muerte, por contrariar a su padre en el asunto de su matrimonio. Esta construcción, de carácter defensivo, tiene forma piramidal truncada. Se trata de una de las obras de arquitectura militar más antiguas, pues sus características mozárabes han llevado a datarla en el siglo X. Frente a él encontramos un crucero de elegante traza gótica, de comienzos del siglo XVI, así como un rollo jurisdiccional a la entrada del pueblo, en el barrio de San Roque. Un segundo crucero se sitúa próximo al arco del Archivo.
Todo lo señalado hasta ahora sobre la villa de Covarrubias explica que en 1965 fuera declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional, emprendiéndose, desde ese momento, una importante labor de restauración y consolidación de sus nobles edificios, calles y plazas. También cabe señalar, como de gran interés para el visitante, sus animadas fiestas populares, dedicadas a San Cosme y San Damián, que se desarrollan a finales de septiembre, con bailes típicos como la “Rueda Chospona” y la “Jota Rachela”. Interesante es también su Semana Santa. El cordero lechal y las cerezas, que se dan en una ladera sur cercana al pueblo y beneficiada de un benigno microclima, son sus dos productos gastronómicos más afamados.
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Covarrubias es una de las villas con más carisma de la provincia burgalesa. A 40 kilómetros al sudeste de Burgos, esta bella localidad se encuentra situada en las rutas de la Lana y del destierro de El Cid Campeador.
Junto a la fértil ribera del río Arlanza, su recinto urbano tiene un singular interés con restos de la antigua muralla, que fue remolada entre los siglos X y XIII.
En el casco histórico de Covarrubias se pueden apreciar al menos siete monumentos clasificados de interés cultural (BIC) como el Torreón de Doña Urraca del siglo X o la ex-Colegiata de San Cosme y San Damián. Esta iglesia parroquial que fue elevada en el siglo VII y reformada en el siglo XV, acoge un interesante panteón de ilustres familias de la villa y el sepulcro del Conde Fernán González y su esposa doña Sancha. En el claustro del siglo XVI se encuentra también el sepulcro de la infanta Cristina de Noruega. El museo de la colegiata guarda interesantísimas piezas entre las que destaca el tríptico de la Adoración de los Reyes Magos del siglo XVI.
Forman parte de este singular conjunto la iglesia de Santo Tomás del siglo XV, el Torreón de Fernán González del siglo X, el Arco del Adelantamiento de Castilla del siglo XVI, el Crucero y el rollo jurisdiccional del siglo XVI.
En la plaza del Obispo Peña, así como en la plaza de Doña Sancha se pueden apreciar los mejores ejemplos de la arquitectura agropecuaria típica de Covarrubias, donde se mezclan la piedra de la planta baja con los entramados de madera y el adobe de las plantas superiores. Cabe destacar los soportales y las balconadas cubiertas que son la firma distintiva de las casas rachelas en la Edad Media.
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La villa de Covarrubias se halla emplazada a orillas del Arlanza, con los sugerentes relieves calizos de la Sierra de las Mamblas como telón de fondo. La multitud de cavidades de color ocre rojizo que se abren en las paredes rocosas del entorno, debidas a los procesos de karstificación de la caliza, han dado su nombre a Covarrubias. Su caserío, apiñado en calles de trazado claramente medieval, aparece presidido por el macizo torreón de Fernán González y la ex-colegiata de San Cosme y San Damián, todo lo cual evoca un esplendoroso pasado, unido al nacimiento de Castilla.
Los orígenes de la villa se remontan a la época romana, cuando algunas tribus de filiación celtibérica, los turmogos, abandonaron sus castros defensivos en lo alto de la Sierra para formar una pequeña población en el llano. Para algunos historiadores, bajo la dominación romana pudieron ser construidos tanto el puente sobre el río Arlanza como un primitivo torreón, cuya finalidad habría sido defender una estratégica calzada que unía las ciudades de Lara y Clunia. Según la tradición local, también es probable que los visigodos se hubieran asentado en este lugar y que, por mandato de su rey Chindasvinto, hubieran edificado, a mediados del siglo VII, el primitivo templo de San Cosme y San Damián. El caos y la incertidumbre vividos en la comarca del Arlanza, como en el resto de los territorios de la Cuenca del Duero, durante la segunda mitad del siglo VIII y a lo largo de casi todo el siglo IX, condujeron a la población a refugiarse en las cuevas, recuperando antiguas formas de vida rupestre.
A principios del siglo X la situación empezó a cambiar, pues los condes castellanos lograron consolidar la línea defensiva del Arlanza, lo que iba a favorecer el renacer de la villa como una población muy vinculada a los sucesores del conde de Lara. El año 972 es una fecha clave pues la iglesia y el lugar de Covarrubias, que estaban en manos del monasterio de San Pedro de Valeránica, pasaron a manos del conde Garci Fernández, hijo de Fernán González. Poco tiempo después, en el 978, y siguiendo las costumbres de la época, ofreció al monasterio a su hija Urraca y fundó el Infantado de Covarrubias. De esta manera, dicho centro religioso se convirtió en uno de los más importantes del condado desde el punto de vista económico y cultural. La infanta Urraca recibió un extenso y bien dotado señorío sobre el que ejerció un dominio directo con plena autoridad jurídica, civil y eclesiástica. Posteriormente, el Infantado fue gobernado por otras dos grandes señoras, doña Urraca, hija de Fernando I de Castilla, y doña Sancha, descendiente de la anterior. Tras su gobierno y por decisión de los reyes de Castilla, el cargo, con los derechos señoriales anejos, serán ejercidos por los abades del monasterio de San Cosme y San Damián.
La influencia del Infantado, a cuya figura quedará sometida la villa tanto en lo eclesiástico como en lo civil, se vio acompañada de otro factor muy beneficioso: la concesión del Fuero en 1148 por la infanta doña Sancha. En virtud del mismo, la infanta concedía importantes beneficios a los que acudieran a poblar la villa, lo que incentivó el traslado a la misma de todos los habitantes de las aldeas cercanas (Cerezuelos, Valdera, Mecerreyuelo, etc.). Asimismo, quedaron establecidas las normas del señorío, y las leyes que debían regir en lo civil y en lo criminal. A finales del siglo XII y comienzos del XIII, el Infantado atravesó malos tiempos, porque parte de su patrimonio fue traspasado por los reyes a otras entidades señoriales, como fue el caso del Hospital del Rey de Burgos. No obstante, volverá a recuperar parte de su antiguo esplendor durante el reinado de Fernando III.
Los siglos XV y XVI fueron tiempos de gran plenitud para la localidad. En esta época experimentó un gran desarrollo urbano, ampliándose con tres arrabales situados en las salidas de los caminos principales que parten de Covarrubias. Amurallada hasta el siglo XVI, se aprecia en su trazado la ronda de muralla. La articulación del espacio se realiza con manzanas rectangulares de casas y calles estrechas dispuestas en paralelo, que desembocan en las distintas plazas. Éstas, de planta irregular, se abren ante los principales edificios. Algunas de las más importantes son la de doña Urraca, en la que se encuentra ubicado el Ayuntamiento en la que fuera la casa de Fernán González, la de doña Sancha y la del obispo Peña. Covarrubias conserva numerosas casas de tipo tradicional en las que se aprecia el típico entramado castellano en los pisos superiores. El mejor exponente lo encontramos en la casa de doña Sancha, construida, probablemente, a finales de la Edad Media, aunque fue muy transformada posteriormente. Se trata de una vivienda de tres plantas, siendo la baja de piedra y las superiores de adobe revestido con mortero de barro, dejando a la vista los entramados de madera. En la parte baja se abre un amplio soportal sobre el que vuelan las plantas superiores sostenidas con pilastras de madera o piedra. La fachada del primer piso se decora con balcones con antepechos de hierro, y un corredor o solana se sitúa en la tercera planta. Interiormente, responde al tipo de vivienda popular agropecuaria característico de la zona. Zaguán, cuadra y otras estancias de almacén en la planta baja; cocina con chimenea troncocónica, en la primera planta; alcobas, en la segunda; y sobre éstas, el desván.
Además de la rica arquitectura popular destacan una serie de importantes edificios monumentales. El acceso a la población, desde Salas de los Infantes, se realiza por el arco sobre el que se sitúa el Archivo del Adelantamiento de Castilla, hoy puerta de honor de entrada a la villa. Mandado construir en 1575 por orden de Felipe II, es uno de los mejores exponentes de arquitectura civil del siglo XVI en la provincia de Burgos.
Otro monumento destacado es la iglesia de Santo Tomás, situada en el centro de la villa. Nació a raíz de la promulgación de los fueros por doña Sancha, en 1148, para convertirse en la parroquia de los nuevos pobladores llegados de los pueblos cercanos. No obstante, fue reedificada en el siglo XV. Entre sus elementos de interés, sobresalen la escalera y púlpito renacentistas, y sus magníficos retablos.
El monumento más notable de Covarrubias es la Colegiata de San Cosme y San Damián, una de las mejores creaciones arquitectónicas del gótico burgalés. La iglesia, panteón condal, alberga en su interior notables sepulcros góticos, como los de las Infantas de Covarrubias y los sarcófagos romanos de Fernán González y su esposa doña Sancha. También cabe señalar el claustro de estilo tardogótico, construido en el siglo XVI, donde se encuentra el sepulcro de la princesa Cristina de Noruega, así como la capilla de los Mártires y el Museo de la Colegiata. Este último muestra obras de gran interés como las tablas hispano-flamencas de los primitivos retablos de la iglesia. Próximo a este bello monumento se encuentran los restos de la antigua muralla, hoy conocido como el Paseo de la Solarana, y el Torreón de Doña Urraca o de Fernán González. Según la tradición, en él fue encerrada la condesa Urraca hasta su muerte, por contrariar a su padre en el asunto de su matrimonio. Esta construcción, de carácter defensivo, tiene forma piramidal truncada. Se trata de una de las obras de arquitectura militar más antiguas, pues sus características mozárabes han llevado a datarla en el siglo X. Frente a él encontramos un crucero de elegante traza gótica, de comienzos del siglo XVI, así como un rollo jurisdiccional a la entrada del pueblo, en el barrio de San Roque. Un segundo crucero se sitúa próximo al arco del Archivo.
Todo lo señalado hasta ahora sobre la villa de Covarrubias explica que en 1965 fuera declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional, emprendiéndose, desde ese momento, una importante labor de restauración y consolidación de sus nobles edificios, calles y plazas. También cabe señalar, como de gran interés para el visitante, sus animadas fiestas populares, dedicadas a San Cosme y San Damián, que se desarrollan a finales de septiembre, con bailes típicos como la “Rueda Chospona” y la “Jota Rachela”. Interesante es también su Semana Santa. El cordero lechal y las cerezas, que se dan en una ladera sur cercana al pueblo y beneficiada de un benigno microclima, son sus dos productos gastronómicos más afamados.

