En pleno Campo de Muñó, cerca de la vega que forman el río Cogollos y su afluente el arroyo Antanares, se emplaza la villa de Presencio, cuyo origen hay que situar, como el del resto de núcleos rurales de su entorno, en el proceso repoblador de los siglos IX y X. Orientada en principio al cultivo del cereal, consiguió destacar pronto por el cultivo de la vid, de tal manera que, a finales del siglo XVI, la producción vitivinícola llegó a superar las 35.000 cántaras anuales, sentando las bases de un periodo de prosperidad económica para sus gentes. Da testimonio de esta actividad el barrio de bodegas que aún se conserva a las afueras del pueblo.

A la entrada del pueblo hay un crucero con su base adornada con rombos, fuste estriado y capitel jónico. Fue erigido en 1642 y procede de la ermita de Vera Cruz.

En el centro de la localidad, en una gran plaza formada por casonas medievales, se sitúa el rollo jurisdiccional, que se alza sobre tres escalerones octogonales y otro menor circular. El cuerpo principal destaca por sus numerosas columnillas rematadas con macollas, que resaltan su esbeltez. El remate del pilar corresponde al de un botarel gótico con numerosos grumos que lo ornamentan. Por su parte, en las afueras del pueblo se conserva una picota, consistente en un pilar octogonal, con una inscripción bajo los canes que dice: “castigare su crimen a penas duras”.