Puente medieval de Frías
Puente medieval de Frías
El puente de Frías sobre el Ebro, con el perfil del castillo y del caserío al fondo, ha constituido desde antiguo una de las estampas más bellas y pintorescas de Castilla. Es un paso imprescindible para salvar el Ebro y fue un punto neurálgico de las comunicaciones del norte burgalés.
Al puente de Frías siempre se le ha conocido con el apellido de “romano”, aunque este calificativo es erróneo. Ciertamente fueron los romanos los primeros en descubrir la importancia estratégica de este paso para sus comunicaciones. Por ese motivo trazaron una calzada, de la que aún se conservan restos en buen estado, que partiendo de Briviesca cruzaba el Portillo de Busto y, tras atravesar la estrecha garganta del Molinar, se adentraba a la búsqueda del Ebro. El puente, sin embargo, aparece por primera vez citado en el fuero de Medina de 1181 y es coetáneo del de Trespaderne. La construcción de lo que hoy se conserva, al igual que la torre, se remonta a finales del siglo XIV y comienzos del XV.
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De los nueve ojos de que consta, son de mayor tamaño los centrales; tres son de medio punto y los seis restantes apuntados. Los tajamares o estribos son también de dos tipos: los de sección circular, los más antiguos, y los escalonados. Lo más característico es la torre defensiva que se levanta en el centro, construida en el siglo XIV. Es de planta pentagonal y tiene tres alturas, con doble arco apuntado de acceso. Se remata con matacanes y almenas, lo que revela su originaria finalidad defensiva. Con el paso del tiempo esta función quedaría desplazada por la función de peaje para asegurar el cobro del portazgo, que se pagaba por la entrada de productos y mercancías a la ciudad.
En la Edad Media el sentido del puente fue triple: económico, estratégico y religioso; este último se explica por la construcción dentro de la torre de la ermita del Santísimo Cristo de la Salud y por su imagen religiosa.
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Puente medieval de Frías
El puente de Frías sobre el Ebro, con el perfil del castillo y del caserío al fondo, ha constituido desde antiguo una de las estampas más bellas y pintorescas de Castilla. Es un paso imprescindible para salvar el Ebro y fue un punto neurálgico de las comunicaciones del norte burgalés.
Al puente de Frías siempre se le ha conocido con el apellido de “romano”, aunque este calificativo es erróneo. Ciertamente fueron los romanos los primeros en descubrir la importancia estratégica de este paso para sus comunicaciones. Por ese motivo trazaron una calzada, de la que aún se conservan restos en buen estado, que partiendo de Briviesca cruzaba el Portillo de Busto y, tras atravesar la estrecha garganta del Molinar, se adentraba a la búsqueda del Ebro. El puente, sin embargo, aparece por primera vez citado en el fuero de Medina de 1181 y es coetáneo del de Trespaderne. La construcción de lo que hoy se conserva, al igual que la torre, se remonta a finales del siglo XIV y comienzos del XV.
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De los nueve ojos de que consta, son de mayor tamaño los centrales; tres son de medio punto y los seis restantes apuntados. Los tajamares o estribos son también de dos tipos: los de sección circular, los más antiguos, y los escalonados. Lo más característico es la torre defensiva que se levanta en el centro, construida en el siglo XIV. Es de planta pentagonal y tiene tres alturas, con doble arco apuntado de acceso. Se remata con matacanes y almenas, lo que revela su originaria finalidad defensiva. Con el paso del tiempo esta función quedaría desplazada por la función de peaje para asegurar el cobro del portazgo, que se pagaba por la entrada de productos y mercancías a la ciudad.
En la Edad Media el sentido del puente fue triple: económico, estratégico y religioso; este último se explica por la construcción dentro de la torre de la ermita del Santísimo Cristo de la Salud y por su imagen religiosa.