
Poza de la Sal
Poza de la Sal
A los pies de un macizo rocoso, sobre el que se alza el castillo de los Rojas, se encuentra Poza de la Sal. Esta villa aún conserva, junto a sus famosas salinas, el encanto de viejas calles que guardan el sabor de otros tiempos. Se asienta en el borde del páramo que delimita la Bureba por el oeste. Su desarrollo histórico va íntimamente unido a su principal fuente económica hoy desaparecida: la explotación de la sal.
El visitante no debe eludir un recorrido por sus calles empedradas de fuerte sabor medieval. Es aconsejable visitar el conjunto de las salinas, iniciando el itinerario en su antigua Casa de Administración del siglo XVIII, que alberga el Centro de Interpretación de las Salinas.
Los edificios de interés son la Iglesia de San Cosme y San Damián, de estilo gótico con portada barroca, en la que destacan los retablos de su interior; el ayuntamiento, edificio del siglo XVI; el Arco Conjuradero, la puerta principal de la villa; la Puerta Alta; la Plaza Nueva; los restos de la muralla y el imponente Castillo de los Rojas.


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Poza es el pueblo más fácil de identificar de toda La Bureba. Se le ve desde toda la llanada, recostado a media ladera entre la cuenca y el páramo. Pintoresca por su emplazamiento y morfología urbana, fue una villa fortificada, como muestran los restos bien conservados de puertas y murallas en su inexpugnable castillo. Estuvo, a lo largo de la Edad Media, bajo el Señorío de los Rojas, que alcanzaron el título de marqueses de Poza. La explotación de sus salinas ha contribuido a hacer de esta villa un lugar destacado en la historia de Castilla.
El castillo primitivo, levantado tal vez en el siglo XI, habría estado situado en El Castellar, elevación situada por encima de las salinas. Desde allí la población descendió, en los siglos XI y XII, hasta ocupar el emplazamiento actual, donde conoció un rápido crecimiento, en consonancia con su condición de cabecera de uno de los cinco alfoces documentados en La Bureba.
Por su privilegiada situación, constituye un mirador excelente sobre toda la comarca. Por la parte exterior de la muralla se accede a la Plaza Nueva, desde la cual se obtiene una privilegiada panorámica de los pueblos y campos de La Bureba. Sin demasiado esfuerzo y antes de que la viste se tope con los Montes Obarenes, se pueden distinguir, a simple vista, un buen número de pueblos burebanos. En la Plaza Nueva, en el lado opuesto de la muralla, se encuentra la casa blasonada de los Salazar, con balcones en esquina. En el centro de la plaza está el templete de música, que cuenta con una gran tradición, ya que Poza posee una de las bandas municipales de música más importantes de la provincia.
Desde la Plaza Nueva se accede a la Plaza Vieja por la puerta denominada del Conjuradero, el principal de los tres accesos que quedan en la muralla. Sobre ella hay un balcón abierto que mira a la Plaza Nueva, construido con la finalidad de poder conjurar a los nublados desde él. Esta tarea era encomendaba a los clérigos de la villa, quienes, siempre que el peligro amenazara, ya fuera de día o de noche, debían subir al balcón para intentar evitar el avance de los perniciosos nublados.
En esa parte del pueblo se levanta la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, gótica, pero con una impresionante portada barroca. La calle Mayor, que nace en la Plaza Vieja, no permite apreciar la perfecta adaptación del caserío a un emplazamiento de ladera con reducido espacio edificable. Las calles son estrechas, las casas se elevan en tres o cuatro pisos, y tienen una planta muy reducida; incluso los aleros de algunas casas llegan a juntarse. Es un espacio muy angosto, en desnivel y muy bien defendido. Las plazuelas, al igual que algunas calles, están porticadas.
En la Casa de Administración de las Salinas está instalado el Centro de interpretación de Las Salinas.
En el empedrado de las calles, e incluso en los suelos de las casas, se alternan las ofitas, procedentes del entorno del diapiro, con piedras más claras. En la construcción de las viviendas se ha utilizado la caliza como basamento, el entramado de madera en disposición vertical, horizontal o cruzada y el yeso para revocar.
Para comprender el trazado irregular y el hacinamiento del caserío, hay que tener en cuenta la notable presencia de judíos y su gran influencia en la villa pozana, en los siglos XIV y XV. Los restos de la sinagoga se encuentran en la calle Mayor. En el número 18 de esta misma calle nació, en 1928, Félix Rodríguez de la Fuente, burebano universal, cuyos programas de televisión sobre el mundo natural han sido emitidos en numerosos países.
Ningún pueblo burebano ha conservado como Poza la gracia y el folklore tradicional. Y si el “escarrete” o “desjarrete” de los gallos, en el que las mozas danzantes, provistas de espadas, bailan alrededor de los gallos. Los trajes tradicionales pozanos, son de una gran finura, como puede apreciarse en los de fiesta, de arriero y arriera, y de salinero y salinera.
El segundo domingo de septiembre es la fiesta de la Virgen de Pedradas, cuya ermita barroca se encuentra en las inmediaciones del lugar, celebrándose una gran romería. Los días 26 y 27 del mismo mes se celebran también, las fiestas grandes de San Cosme y San Damián, santos hermanos médicos, patronos de la villa.
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Poza de la Sal
A los pies de un macizo rocoso, sobre el que se alza el castillo de los Rojas, se encuentra Poza de la Sal. Esta villa aún conserva, junto a sus famosas salinas, el encanto de viejas calles que guardan el sabor de otros tiempos. Se asienta en el borde del páramo que delimita la Bureba por el oeste. Su desarrollo histórico va íntimamente unido a su principal fuente económica hoy desaparecida: la explotación de la sal.
El visitante no debe eludir un recorrido por sus calles empedradas de fuerte sabor medieval. Es aconsejable visitar el conjunto de las salinas, iniciando el itinerario en su antigua Casa de Administración del siglo XVIII, que alberga el Centro de Interpretación de las Salinas.
Los edificios de interés son la Iglesia de San Cosme y San Damián, de estilo gótico con portada barroca, en la que destacan los retablos de su interior; el ayuntamiento, edificio del siglo XVI; el Arco Conjuradero, la puerta principal de la villa; la Puerta Alta; la Plaza Nueva; los restos de la muralla y el imponente Castillo de los Rojas.
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Poza es el pueblo más fácil de identificar de toda La Bureba. Se le ve desde toda la llanada, recostado a media ladera entre la cuenca y el páramo. Pintoresca por su emplazamiento y morfología urbana, fue una villa fortificada, como muestran los restos bien conservados de puertas y murallas en su inexpugnable castillo. Estuvo, a lo largo de la Edad Media, bajo el Señorío de los Rojas, que alcanzaron el título de marqueses de Poza. La explotación de sus salinas ha contribuido a hacer de esta villa un lugar destacado en la historia de Castilla.
El castillo primitivo, levantado tal vez en el siglo XI, habría estado situado en El Castellar, elevación situada por encima de las salinas. Desde allí la población descendió, en los siglos XI y XII, hasta ocupar el emplazamiento actual, donde conoció un rápido crecimiento, en consonancia con su condición de cabecera de uno de los cinco alfoces documentados en La Bureba.
Por su privilegiada situación, constituye un mirador excelente sobre toda la comarca. Por la parte exterior de la muralla se accede a la Plaza Nueva, desde la cual se obtiene una privilegiada panorámica de los pueblos y campos de La Bureba. Sin demasiado esfuerzo y antes de que la viste se tope con los Montes Obarenes, se pueden distinguir, a simple vista, un buen número de pueblos burebanos. En la Plaza Nueva, en el lado opuesto de la muralla, se encuentra la casa blasonada de los Salazar, con balcones en esquina. En el centro de la plaza está el templete de música, que cuenta con una gran tradición, ya que Poza posee una de las bandas municipales de música más importantes de la provincia.
Desde la Plaza Nueva se accede a la Plaza Vieja por la puerta denominada del Conjuradero, el principal de los tres accesos que quedan en la muralla. Sobre ella hay un balcón abierto que mira a la Plaza Nueva, construido con la finalidad de poder conjurar a los nublados desde él. Esta tarea era encomendaba a los clérigos de la villa, quienes, siempre que el peligro amenazara, ya fuera de día o de noche, debían subir al balcón para intentar evitar el avance de los perniciosos nublados.
En esa parte del pueblo se levanta la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, gótica, pero con una impresionante portada barroca. La calle Mayor, que nace en la Plaza Vieja, no permite apreciar la perfecta adaptación del caserío a un emplazamiento de ladera con reducido espacio edificable. Las calles son estrechas, las casas se elevan en tres o cuatro pisos, y tienen una planta muy reducida; incluso los aleros de algunas casas llegan a juntarse. Es un espacio muy angosto, en desnivel y muy bien defendido. Las plazuelas, al igual que algunas calles, están porticadas.
En la Casa de Administración de las Salinas está instalado el Centro de interpretación de Las Salinas.
En el empedrado de las calles, e incluso en los suelos de las casas, se alternan las ofitas, procedentes del entorno del diapiro, con piedras más claras. En la construcción de las viviendas se ha utilizado la caliza como basamento, el entramado de madera en disposición vertical, horizontal o cruzada y el yeso para revocar.
Para comprender el trazado irregular y el hacinamiento del caserío, hay que tener en cuenta la notable presencia de judíos y su gran influencia en la villa pozana, en los siglos XIV y XV. Los restos de la sinagoga se encuentran en la calle Mayor. En el número 18 de esta misma calle nació, en 1928, Félix Rodríguez de la Fuente, burebano universal, cuyos programas de televisión sobre el mundo natural han sido emitidos en numerosos países.
Ningún pueblo burebano ha conservado como Poza la gracia y el folklore tradicional. Y si el “escarrete” o “desjarrete” de los gallos, en el que las mozas danzantes, provistas de espadas, bailan alrededor de los gallos. Los trajes tradicionales pozanos, son de una gran finura, como puede apreciarse en los de fiesta, de arriero y arriera, y de salinero y salinera.
El segundo domingo de septiembre es la fiesta de la Virgen de Pedradas, cuya ermita barroca se encuentra en las inmediaciones del lugar, celebrándose una gran romería. Los días 26 y 27 del mismo mes se celebran también, las fiestas grandes de San Cosme y San Damián, santos hermanos médicos, patronos de la villa.

