Ruta: Románico, brujas, castros celtas y ermitas legendarias
Ruta: Románico, brujas, castros celtas y ermitas legendarias
DATOS PRÁCTICOS RUTA EN COCHE
Inicio del recorrido: Poza de la Sal
Final del recorrido: Ubierna
Kilómetros: 54,2 kilómetros
Duración: Unas cuatro horas con paradas para visitas y reponer fuerzas
Época recomendada: Todo el año
RECORRIDO:
LENCES
Merece la pena detener nuestro vehículo a la entrada de Lences para poder acceder al pueblo cruzando el puente medieval de elegante lomo de asno que salva el modesto río de las Campanas. Enseguida se alcanza la iglesia de Santa Eugenia que conserva una amplia portada románica con cinco arquivoltas decoradas con motivos geométricos, vegetales y zoomórficos. También se pueden admirar animales fantásticos y personajes en los que sobresalen los guerreros. La tranquila carretera discurre alternando las zonas boscosas con los campos de labor. Entre estos últimos se pueden ver algunos de los últimos viñedos de La Bureba: un territorio que antaño fue una importante zona vitivinícola.
CASTIL DE LENCES
Enseguida se alcanza, protegido de los vientos del norte por las primeras estribaciones del páramo, Castil de Lences. Este pueblo, uno de los que mejor ha conservado su trazado y su arquitectura popular de toda la comarca, guarda con mimo dos verdaderos tesoros de espiritualidad, historia y arte: el convento de monjas clarisas de La Asunción y la iglesia románica de Santa María. Lo primero que llama la atención es la abundante agua que corre por los canales que alimentaban los molinos de la localidad. Procede de un caudaloso arroyo que antes riega las huertas del convento de las clarisas. Las construcciones del monasterio, protegidas por una recia muralla de piedra, presiden el conjunto del pueblo y aparecen perfectamente integradas en su caserío. El convento de Nuestra Señora de La Asunción fue fundado en el año 1282 por mandato de doña Sancha de Rojas y Velasco. A pesar de su aparente modestia, guarda en su interior varios y valiosos elementos artísticos y monumentales. Destaca la iglesia conventual de planta de salón rectangular cubierta por varias bóvedas estrelladas de factura gótica. Un interesante retablo barroco cubre la cabecera y un amplio coro, con cubiertas ojivales de finales del siglo XIII, remata los pies del templo.
No muy lejos se alza la otra joya de la localidad: la iglesia románica de Santa María, que se localiza en las afueras del pueblo rodeada de un cercado atrio en el que crece un moral centenario y que incluye el cementerio. Fechada en el siglo XII, consta de una sola nave, con añadidos posteriores, y cabecera con ábside semicircular. Una de las sorpresas de esta iglesia es su original pila bautismal románica. Presenta copa cuadrada y sus tres frentes visibles están decorados —mediante simple incisión— con dos estrechos arquillos verticales y uno horizontal que sirve de base y semeja una fuente o una puerta.
Antes de partir de Castil de Lences se puede visitar el Santuario de Manalagua, donde brota el arroyo que atraviesa el pueblo y se venera a la Virgen de Manalagua. En este sagrado enclave ya practicaban sus ritos, hace unos dos mil cien años, los pobladores celtíberos de la comarca.
ABAJAS
En un paisaje que comienza a cambiar al internarse en las estribaciones del Páramo de Masa aparece de repente la localidad de Abajas. Presidiendo su caserío se alza una iglesia parroquial que, por la singularidad y belleza de las representaciones iconográficas de su portada, está considerada como una de las edificaciones románicas más interesantes de toda la comarca. Aunque con añadidos posteriores, conserva casi al completo su estructura románica que consta de una nave cubierta por bóveda de medio cañón sostenida por arcos fajones y de un bello ábside semicircular con columnas adosadas y decorado con una fina imposta abilletada. El edificio románico se construyó en dos etapas. La primera a mediados del siglo XII (nave y cabecera) y una segunda hacia 1175, en la que se puede datar la portada.
En una esquina del compás de la iglesia de Abajas, a la derecha de la portada y justo enfrente del ábside, se alza un añoso y retorcido moral (Morus nigra) que tiene cerca de 900 años de vida. Al parecer era una asentada costumbre que el mismo día de la solemne consagración de la iglesia se plantase un moral en el también sagrado atrio exterior del templo. La elección de este árbol no era casual, ya que estaba considerado milagroso y de buen agüero por su elevada longevidad. Bajo su densa sombra se reunían los habitantes de Abajas para celebrar sus concejos y cerrar negocios. También era el lugar en el que los jóvenes solían comenzar sus noviazgos.
La carretera local que hemos seguido desde Lences desemboca definitivamente en la comarcal CL-629. En el cruce hay que desviarse unos kilómetros con dirección a Villarcayo para alcanzar Cernégula.
CERNÉGULA
En medio del sobrio y desolado paisaje del Páramo de Masa y muy cerca del pueblo se localiza la laguna de Cernégula. Este pequeño lago de origen kárstico está rodeado de una serie de misteriosas leyendas que lo relacionan con antiguas historias de brujas que acudían a la zona, desde sus lejanas tierras de Asturias y Cantabria, para celebrar sus aquelarres
QUINTANARRUZ
Otra vez por la C-629, en este caso con dirección a Burgos, hay que buscar la señalizada desviación que se dirige hacia Quintanarruz. Las desnudas colinas arcillosas, teñidas de rojo por los abundantes óxidos férricos y caprichosamente modeladas por una intensa erosión, que envuelven el pequeño pueblo, aumentan la sensación de aislamiento que transmite la localidad. Sobre su solitario caserío se alzan los macizos volúmenes románicos de la iglesia de Santa Leocadia. En su bien conservada fábrica de finales del siglo XII destacan el ábside semicircular y la amplia portada meridional. Esta última es su elemento más señalado y consta de siete arquivoltas, profusamente decoradas con elementos geométricos y vegetales. En sus capiteles, tallados con un estilo seco y anguloso, se distinguen grifos, jinetes, infantes, aves y una misteriosa máscara humana de cuya boca brotan lo que parecen dos tallos vegetales. También llama la atención el capitel en el que una serpiente siamesa engulle a un indefenso personaje.
La iglesia también cuenta con un sagrado moral y se puede visitar los domingos por la mañana contactando con el alcalde o con algún vecino que guarde la llave.
De vuelta a la C-629 hay que continuar hacia Burgos y tomar la desviación que por Villalbilla Sobresierra y Gredilla la Polera permite enlazar con la N-623, la mítica carretera de Burgos a Santander. Siguiendo el curso del río Ubierna muy pronto se alcanza el cruce a San Martín de Ubierna.
SAN MARTÍN DE UBIERNA
En las inmediaciones de este pequeño pueblo y en las últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica se abre el estrecho y serpenteante desfiladero abierto por el modesto arroyo de Rucios. Aunque apenas supera los dos kilómetros de longitud, la estrecha hoz es un interesante enclave paisajístico y un verdadero santuario para muchas aves de carácter rupícola. Además de la presencia de las chovas piquirrojas y de los aviones roqueros se ha constatado la existencia de buitres leonados, alimoches y sendas parejas de águila y búho reales. Al poco de iniciarse la hoz se descubren una serie de abrigos y pequeñas cuevas —algunas comunicadas entre sí— abiertas en la base de los acantilados calizos que tienen un enorme potencial arqueológico para el estudio de momentos tan dispares como el Paleolítico y la Edad del Bronce. Una estrecha vereda, que remonta el escaso caudal del arroyo de Rucios, permite llegar hasta los rincones más vistosos de una garganta que en algunos puntos se ve cerrada por paredones de más de 150 metros de altura. Incluso en algunas zonas la erosión ha dejado al descubierto llamativas e inusuales formaciones geológicas.
UBIERNA
Ubierna se encuentra enclavada a las puertas del estrecho y estratégico desfiladero del río del que ha heredado el nombre. En su denso pasado, que se remonta a los primeros tiempos prehistóricos, destaca el año 882, cuando el conde Diego Rodríguez Porcelos repobló la localidad. Al noreste del pueblo de Ubierna y sobre los altos riscos rocosos que perfilan el desfiladero del río Ubierna se localiza el castro de La Polera. Por su valor estratégico, su gran tamaño y, sobre todo, por su necrópolis, formada por un extenso campo de túmulos, está considerado como uno de los más importantes yacimientos de la Edad del Hierro de la provincia de Burgos. El poblado prehistórico, defendido en parte por unos inaccesibles paredones rocosos, llegó a contar, en sus sectores más desprotegidos, con varios recintos amurallados dispuestos en terrazas.
Estas últimas fortificaciones, convertidas en alargados apilamientos de piedras, son los restos más visibles de un yacimiento que alcanzó su mayor grado de importancia hace unos 2.300 años, con la ocupación por el pueblo celtibérico de los Turmogos. Llama la atención el lienzo conservado de la imponente fortificación —con más de 5 metros de altura— que protegía el recinto del antiguo poblado de la Primera Edad del Hierro.
En las afueras de Ubierna se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Montes Claros. Guarda restos de una primera construcción de época condal, finales del siglo IX, y fue sede de la famosa Junta de Caballeros Fijosdalgos de Ubierna.
En los últimos años los arqueólogos han localizado una necrópolis romana, dos llamativos sepulcros visigodos y han establecido que se levanta sobre una edificación previa de época romana. Todo ello hace pensar que esta ermita de la Merindad de Río Ubierna pueda ser el templo de culto cristiano conservado más antiguo de España.
Más info
Inicio del recorrido: Poza de la Sal
Final del recorrido: Ubierna
Kilómetros: 54,2 kilómetros
Duración: Unas cuatro horas con paradas para visitas y reponer fuerzas
Época recomendada: Todo el año
Te proponemos
Ruta: Románico, brujas, castros celtas y ermitas legendarias
DATOS PRÁCTICOS RUTA EN COCHE
Inicio del recorrido: Poza de la Sal
Final del recorrido: Ubierna
Kilómetros: 54,2 kilómetros
Duración: Unas cuatro horas con paradas para visitas y reponer fuerzas
Época recomendada: Todo el año
RECORRIDO:
LENCES
Merece la pena detener nuestro vehículo a la entrada de Lences para poder acceder al pueblo cruzando el puente medieval de elegante lomo de asno que salva el modesto río de las Campanas. Enseguida se alcanza la iglesia de Santa Eugenia que conserva una amplia portada románica con cinco arquivoltas decoradas con motivos geométricos, vegetales y zoomórficos. También se pueden admirar animales fantásticos y personajes en los que sobresalen los guerreros. La tranquila carretera discurre alternando las zonas boscosas con los campos de labor. Entre estos últimos se pueden ver algunos de los últimos viñedos de La Bureba: un territorio que antaño fue una importante zona vitivinícola.
CASTIL DE LENCES
Enseguida se alcanza, protegido de los vientos del norte por las primeras estribaciones del páramo, Castil de Lences. Este pueblo, uno de los que mejor ha conservado su trazado y su arquitectura popular de toda la comarca, guarda con mimo dos verdaderos tesoros de espiritualidad, historia y arte: el convento de monjas clarisas de La Asunción y la iglesia románica de Santa María. Lo primero que llama la atención es la abundante agua que corre por los canales que alimentaban los molinos de la localidad. Procede de un caudaloso arroyo que antes riega las huertas del convento de las clarisas. Las construcciones del monasterio, protegidas por una recia muralla de piedra, presiden el conjunto del pueblo y aparecen perfectamente integradas en su caserío. El convento de Nuestra Señora de La Asunción fue fundado en el año 1282 por mandato de doña Sancha de Rojas y Velasco. A pesar de su aparente modestia, guarda en su interior varios y valiosos elementos artísticos y monumentales. Destaca la iglesia conventual de planta de salón rectangular cubierta por varias bóvedas estrelladas de factura gótica. Un interesante retablo barroco cubre la cabecera y un amplio coro, con cubiertas ojivales de finales del siglo XIII, remata los pies del templo.
No muy lejos se alza la otra joya de la localidad: la iglesia románica de Santa María, que se localiza en las afueras del pueblo rodeada de un cercado atrio en el que crece un moral centenario y que incluye el cementerio. Fechada en el siglo XII, consta de una sola nave, con añadidos posteriores, y cabecera con ábside semicircular. Una de las sorpresas de esta iglesia es su original pila bautismal románica. Presenta copa cuadrada y sus tres frentes visibles están decorados —mediante simple incisión— con dos estrechos arquillos verticales y uno horizontal que sirve de base y semeja una fuente o una puerta.
Antes de partir de Castil de Lences se puede visitar el Santuario de Manalagua, donde brota el arroyo que atraviesa el pueblo y se venera a la Virgen de Manalagua. En este sagrado enclave ya practicaban sus ritos, hace unos dos mil cien años, los pobladores celtíberos de la comarca.
ABAJAS
En un paisaje que comienza a cambiar al internarse en las estribaciones del Páramo de Masa aparece de repente la localidad de Abajas. Presidiendo su caserío se alza una iglesia parroquial que, por la singularidad y belleza de las representaciones iconográficas de su portada, está considerada como una de las edificaciones románicas más interesantes de toda la comarca. Aunque con añadidos posteriores, conserva casi al completo su estructura románica que consta de una nave cubierta por bóveda de medio cañón sostenida por arcos fajones y de un bello ábside semicircular con columnas adosadas y decorado con una fina imposta abilletada. El edificio románico se construyó en dos etapas. La primera a mediados del siglo XII (nave y cabecera) y una segunda hacia 1175, en la que se puede datar la portada.
En una esquina del compás de la iglesia de Abajas, a la derecha de la portada y justo enfrente del ábside, se alza un añoso y retorcido moral (Morus nigra) que tiene cerca de 900 años de vida. Al parecer era una asentada costumbre que el mismo día de la solemne consagración de la iglesia se plantase un moral en el también sagrado atrio exterior del templo. La elección de este árbol no era casual, ya que estaba considerado milagroso y de buen agüero por su elevada longevidad. Bajo su densa sombra se reunían los habitantes de Abajas para celebrar sus concejos y cerrar negocios. También era el lugar en el que los jóvenes solían comenzar sus noviazgos.
La carretera local que hemos seguido desde Lences desemboca definitivamente en la comarcal CL-629. En el cruce hay que desviarse unos kilómetros con dirección a Villarcayo para alcanzar Cernégula.
CERNÉGULA
En medio del sobrio y desolado paisaje del Páramo de Masa y muy cerca del pueblo se localiza la laguna de Cernégula. Este pequeño lago de origen kárstico está rodeado de una serie de misteriosas leyendas que lo relacionan con antiguas historias de brujas que acudían a la zona, desde sus lejanas tierras de Asturias y Cantabria, para celebrar sus aquelarres
QUINTANARRUZ
Otra vez por la C-629, en este caso con dirección a Burgos, hay que buscar la señalizada desviación que se dirige hacia Quintanarruz. Las desnudas colinas arcillosas, teñidas de rojo por los abundantes óxidos férricos y caprichosamente modeladas por una intensa erosión, que envuelven el pequeño pueblo, aumentan la sensación de aislamiento que transmite la localidad. Sobre su solitario caserío se alzan los macizos volúmenes románicos de la iglesia de Santa Leocadia. En su bien conservada fábrica de finales del siglo XII destacan el ábside semicircular y la amplia portada meridional. Esta última es su elemento más señalado y consta de siete arquivoltas, profusamente decoradas con elementos geométricos y vegetales. En sus capiteles, tallados con un estilo seco y anguloso, se distinguen grifos, jinetes, infantes, aves y una misteriosa máscara humana de cuya boca brotan lo que parecen dos tallos vegetales. También llama la atención el capitel en el que una serpiente siamesa engulle a un indefenso personaje.
La iglesia también cuenta con un sagrado moral y se puede visitar los domingos por la mañana contactando con el alcalde o con algún vecino que guarde la llave.
De vuelta a la C-629 hay que continuar hacia Burgos y tomar la desviación que por Villalbilla Sobresierra y Gredilla la Polera permite enlazar con la N-623, la mítica carretera de Burgos a Santander. Siguiendo el curso del río Ubierna muy pronto se alcanza el cruce a San Martín de Ubierna.
SAN MARTÍN DE UBIERNA
En las inmediaciones de este pequeño pueblo y en las últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica se abre el estrecho y serpenteante desfiladero abierto por el modesto arroyo de Rucios. Aunque apenas supera los dos kilómetros de longitud, la estrecha hoz es un interesante enclave paisajístico y un verdadero santuario para muchas aves de carácter rupícola. Además de la presencia de las chovas piquirrojas y de los aviones roqueros se ha constatado la existencia de buitres leonados, alimoches y sendas parejas de águila y búho reales. Al poco de iniciarse la hoz se descubren una serie de abrigos y pequeñas cuevas —algunas comunicadas entre sí— abiertas en la base de los acantilados calizos que tienen un enorme potencial arqueológico para el estudio de momentos tan dispares como el Paleolítico y la Edad del Bronce. Una estrecha vereda, que remonta el escaso caudal del arroyo de Rucios, permite llegar hasta los rincones más vistosos de una garganta que en algunos puntos se ve cerrada por paredones de más de 150 metros de altura. Incluso en algunas zonas la erosión ha dejado al descubierto llamativas e inusuales formaciones geológicas.
UBIERNA
Ubierna se encuentra enclavada a las puertas del estrecho y estratégico desfiladero del río del que ha heredado el nombre. En su denso pasado, que se remonta a los primeros tiempos prehistóricos, destaca el año 882, cuando el conde Diego Rodríguez Porcelos repobló la localidad. Al noreste del pueblo de Ubierna y sobre los altos riscos rocosos que perfilan el desfiladero del río Ubierna se localiza el castro de La Polera. Por su valor estratégico, su gran tamaño y, sobre todo, por su necrópolis, formada por un extenso campo de túmulos, está considerado como uno de los más importantes yacimientos de la Edad del Hierro de la provincia de Burgos. El poblado prehistórico, defendido en parte por unos inaccesibles paredones rocosos, llegó a contar, en sus sectores más desprotegidos, con varios recintos amurallados dispuestos en terrazas.
Estas últimas fortificaciones, convertidas en alargados apilamientos de piedras, son los restos más visibles de un yacimiento que alcanzó su mayor grado de importancia hace unos 2.300 años, con la ocupación por el pueblo celtibérico de los Turmogos. Llama la atención el lienzo conservado de la imponente fortificación —con más de 5 metros de altura— que protegía el recinto del antiguo poblado de la Primera Edad del Hierro.
En las afueras de Ubierna se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Montes Claros. Guarda restos de una primera construcción de época condal, finales del siglo IX, y fue sede de la famosa Junta de Caballeros Fijosdalgos de Ubierna.
En los últimos años los arqueólogos han localizado una necrópolis romana, dos llamativos sepulcros visigodos y han establecido que se levanta sobre una edificación previa de época romana. Todo ello hace pensar que esta ermita de la Merindad de Río Ubierna pueda ser el templo de culto cristiano conservado más antiguo de España.
Más info
Inicio del recorrido: Poza de la Sal
Final del recorrido: Ubierna
Kilómetros: 54,2 kilómetros
Duración: Unas cuatro horas con paradas para visitas y reponer fuerzas
Época recomendada: Todo el año