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Lerma

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El trazado urbano conforma uno de los conjuntos monumentales y urbanísticos más importantes del siglo XVII realizados en la España de los últimos Austrias. Destacan en el perfil de la villa el Palacio Ducal, imponente y de líneas sobrias y elegantes, que preside la gran Plaza Ducal y convertido hoy en Parador, y la Excolegiata de San Pedro.

La configuración urbana de Lerma tiene su origen en los primeros siglos de la repoblación, a finales del siglo IX y comienzos del X, lo que explica que su apariencia sea la de una villa típicamente medieval. De la primitiva muralla, en la que se abrían cuatro puertas de acceso, tan sólo se conserva la entrada desde Palencia, conocida como el Arco de la Cárcel. Este viejo arco medieval, flanqueado por cubos de la antigua muralla, fue muy transformado a comienzos del siglo XVII.

Lerma pasó a manos de la familia Sandoval y Rojas en 1412. Un miembro de esta familia, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, valido del rey Felipe III y posteriormente poseedor del título de duque de Lerma, será el artífice de la transformación de Lerma en una gran villa ducal. Entre 1600 y 1618, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el poderoso duque de Lerma, se empeñó en convertir la villa en exponente de su gran poderío político y lugar de residencia temporal de los reyes. Por ello, decidió reformar el primitivo castillo, situado en la parte alta del pueblo, y transformarlo en palacio, llamando para esta empresa a los más prestigiosos arquitectos del momento, entre ellos a Francisco de Mora y a Juan Gómez de Mora. El resultado fue el Palacio Ducal, magnífico exponente de la estética clasicista de la época. Este palacio fue lugar de residencia del rey Felipe III y de la familia real en sus distintas visitas a Lerma. Ante su fachada principal se creó una impresionante plaza abierta en la que celebrar todo tipo de espectáculos. A pesar de su posición excéntrica dentro de la villa, esta plaza, referente de la vida social en el imaginario colectivo, se convertiría con el tiempo en Plaza Mayor de Lerma. Porticada en tres de sus lados, es una de las de mayor tamaño de los pueblos de España.

Desde el palacio, a través de una serie de pasadizos elevados, el duque y sus familiares podían acudir a buena parte de los edificios religiosos que él mismo había mandado construir. Tras el esplendor de la época ducal, este edificio cayó en la ruina y el abandono, hasta que recientemente ha sido recuperado convirtiéndose en un prestigioso Parador de Turismo.

El ambicioso proyecto ducal no se ciñó a la construcción del palacio, sino que se manifestó también en una reforma total del casco urbano. Se procedió al derrumbe de las murallas, a la compra de casas y fincas para la construcción de nuevos edificios y a la creación de parques y jardines, diseñados para el deleite en la contemplación del valle del Arlanza. En el extremo occidental de la villa se alza la colegiata de San Pedro, levantada a partir de 1613 para sustituir a la modesta iglesia parroquial preexistente. Además, el duque de Lerma, muy preocupado por los aspectos espirituales, sembró la villa de conventos para acoger a distintas comunidades religiosas, tanto femeninas como masculinas, de franciscanos, dominicos y carmelitas. Sus características constructivas siguen las mismas pautas que el resto del conjunto monumental. Todos estos edificios se vieron afectados por la ocupación francesa en el siglo XIX y la Desamortización de Mendizábal, razones por las cuales perdieron parte de sus posesiones y antiguo esplendor. Los conventos masculinos desparecieron como tales, quedando sus fábricas muy transformadas. Cabe destacar aquellos conventos que estuvieron conectados mediante pasadizos con el palacio ducal, como el de San Blas, el de la Ascensión y el de Santa Teresa.

El convento de San Blas, que se encomendó a las madres dominicas, fue fundado en 1611. Fue diseñado por Francisco de Mora, aunque fue el arquitecto fray Alberto de la Madre de Dios quien se encargó de su ejecución. Destaca su gran fachada clasicista en la que aparecen los escudos ducales. En el interior tenía una tribuna alta para que los miembros de la casa ducal pudieran asistir a los oficios religiosos directamente desde el Palacio. Destaca su gran retablo clasicista, su rica colección de pinturas y esculturas y su bello relicario. Las madres dominicas se han especializado en la fabricación de productos cerámicos.

El convento de Santa Teresa fue entregado a los carmelitas siendo construido a comienzos del siglo XVII. Fue abandonado en 1836, y en la actualidad su iglesia es la nueva sede de la parroquia de San Juan, mientras que los edificios adyacentes son ocupados en la actualidad por las oficinas municipales. Aquí se encuentra la Oficina de Turismo y el Centro de interpretación de la Villa.

El convento de clarisas de la Ascensión fue una fundación de Mariana de Padilla, esposa de don Cristóbal Gómez de Sandoval, hijo del duque. Se fundó en 1604. Destaca su sencilla iglesia de corte clasicista y el rico patrimonio artístico que custodia en su interior. Es muy importante una escultura yacente de Cristo, tallada por Gregorio Fernández a comienzos del siglo XVII. Así mismo, destaca la rica colección de relicarios y la notable colección de pinturas. La comunidad, muy numerosa en la actualidad, con más de 200 monjas, se ha especializado en la elaboración de afamados productos de repostería.

Fuera de la población se construyeron los conventos de San Francisco, de la Madre de Dios y de Santo Domingo. Del primero, que fue encomendado a los franciscanos, no quedan más que unos pocos restos en ruinas. El Convento de la Madre de Dios, atendido por las madres carmelitas, fue fundado en 1608. Fue construido por el arquitecto fray Alberto de la Madre de Dios. Destaca su sencilla iglesia, presidida por un retablo neoclásico en el que aparece un bello cuadro barroco de la Anunciación, obra de Palomino.

El convento de Santo Domingo, en el que habitaron los padres dominicos de cuya orden fue protector el duque, también fue diseñado por fray Alberto de la Madre de Dios. Abandonado en 1836, tuvo distintos usos a lo largo de los siglos XIX y XX. Actualmente es sede de un centro docente. De la construcción primitiva se conserva la fachada y el claustro.

La actual ermita de la Piedad, antigua iglesia de San Juan, fue construida entre los siglos XV al XVIII. Destaca el magnífico artesonado mudéjar de su cabecera, levantado hacia 1400. También son interesantes el viejo puente sobre el Arlanza, reconstruido en el siglo XVII, y el humilladero de la Vera Cruz, levantado en esa misma centuria.

Hay también una Lerma romántica, del siglo XIX, en la que destaca la denominada casa Zorrilla, personaje que vivió un tiempo de su juventud en la villa. También merece la pena la visita de la casa de Don Ramón Santillán, importante guerrillero y, después, primer gobernador del Banco de España. Por último, un rincón curioso, dentro de la plaza de Santa Clara, es el lugar donde se encuentra la tumba del Cura Merino, uno de los personajes míticos de la Guerra de la Independencia, cuyos restos fueron traídos desde Francia en 1968. Desde allí, asomándose al mirador de los Arcos, se obtiene una bella vista de la Ribera del Arlanza.

Este glorioso pasado de Lerma y su monumentalidad la hizo merecedora de la declaración de Bien de Interés Cultural, Gastronómicamente, Lerma sobresale por la excelente calidad de su lechazo asado en horno de leña, por los vinos del Arlanza y los dulces de convento.

Un magnífico campo de golf en sus cercanías completa la oferta de ocio que Lerma ofrece a sus visitantes.



Ayuntamiento de Lerma

Calle Audiencia, 6. 09340

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La configuración urbana de Lerma tiene su origen en los primeros siglos de la repoblación, a finales del siglo IX y comienzos del X, lo que explica que su apariencia sea la de una villa típicamente medieval. De la primitiva muralla, en la que se abrían cuatro puertas de acceso, tan sólo se conserva la entrada desde Palencia, conocida como el Arco de la Cárcel. Este viejo arco medieval, flanqueado por cubos de la antigua muralla, fue muy transformado a comienzos del siglo XVII.

Lerma pasó a manos de la familia Sandoval y Rojas en 1412. Un miembro de esta familia, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, valido del rey Felipe III y posteriormente poseedor del título de duque de Lerma, será el artífice de la transformación de Lerma en una gran villa ducal. Entre 1600 y 1618, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el poderoso duque de Lerma, se empeñó en convertir la villa en exponente de su gran poderío político y lugar de residencia temporal de los reyes. Por ello, decidió reformar el primitivo castillo, situado en la parte alta del pueblo, y transformarlo en palacio, llamando para esta empresa a los más prestigiosos arquitectos del momento, entre ellos a Francisco de Mora y a Juan Gómez de Mora. El resultado fue el Palacio Ducal, magnífico exponente de la estética clasicista de la época. Este palacio fue lugar de residencia del rey Felipe III y de la familia real en sus distintas visitas a Lerma. Ante su fachada principal se creó una impresionante plaza abierta en la que celebrar todo tipo de espectáculos. A pesar de su posición excéntrica dentro de la villa, esta plaza, referente de la vida social en el imaginario colectivo, se convertiría con el tiempo en Plaza Mayor de Lerma. Porticada en tres de sus lados, es una de las de mayor tamaño de los pueblos de España.

Desde el palacio, a través de una serie de pasadizos elevados, el duque y sus familiares podían acudir a buena parte de los edificios religiosos que él mismo había mandado construir. Tras el esplendor de la época ducal, este edificio cayó en la ruina y el abandono, hasta que recientemente ha sido recuperado convirtiéndose en un prestigioso Parador de Turismo.

El ambicioso proyecto ducal no se ciñó a la construcción del palacio, sino que se manifestó también en una reforma total del casco urbano. Se procedió al derrumbe de las murallas, a la compra de casas y fincas para la construcción de nuevos edificios y a la creación de parques y jardines, diseñados para el deleite en la contemplación del valle del Arlanza. En el extremo occidental de la villa se alza la colegiata de San Pedro, levantada a partir de 1613 para sustituir a la modesta iglesia parroquial preexistente. Además, el duque de Lerma, muy preocupado por los aspectos espirituales, sembró la villa de conventos para acoger a distintas comunidades religiosas, tanto femeninas como masculinas, de franciscanos, dominicos y carmelitas. Sus características constructivas siguen las mismas pautas que el resto del conjunto monumental. Todos estos edificios se vieron afectados por la ocupación francesa en el siglo XIX y la Desamortización de Mendizábal, razones por las cuales perdieron parte de sus posesiones y antiguo esplendor. Los conventos masculinos desparecieron como tales, quedando sus fábricas muy transformadas. Cabe destacar aquellos conventos que estuvieron conectados mediante pasadizos con el palacio ducal, como el de San Blas, el de la Ascensión y el de Santa Teresa.

El convento de San Blas, que se encomendó a las madres dominicas, fue fundado en 1611. Fue diseñado por Francisco de Mora, aunque fue el arquitecto fray Alberto de la Madre de Dios quien se encargó de su ejecución. Destaca su gran fachada clasicista en la que aparecen los escudos ducales. En el interior tenía una tribuna alta para que los miembros de la casa ducal pudieran asistir a los oficios religiosos directamente desde el Palacio. Destaca su gran retablo clasicista, su rica colección de pinturas y esculturas y su bello relicario. Las madres dominicas se han especializado en la fabricación de productos cerámicos.

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