Camino sagrado a Santa Casilda
Camino sagrado a Santa Casilda
SANTUARIO DE SANTA CASILDA
Corría el año 1040 cuando Casilda, una rubia princesa árabe hija del rey de Toledo, cayó víctima de una enfermedad incurable. Enterada de que en las remotas tierras cristianas de La Bureba existían unos lagos de aguas milagrosas, acudió hasta ellos para intentar curar el mal de su sangre. Muy pronto fue bautizada y tras una breve vida eremítica murió en loor de santidad. El renombre de los lagos de San Vicente, que así se llamaban estas milagrosas aguas burebanas, fue creciendo y con el paso de los siglos se convirtieron en un concurrido lugar de peregrinación al que acudían las gentes atraídas por la fama taumatúrgica, relacionada con la fertilidad, de la singular santa de origen bereber.
En el siglo XVI se levantó en lo más alto del risco que preside los lagos —en la actualidad se conservan los llamados pozo Blanco y pozo Negro— un santuario en el que sobresale una capilla renacentista de tres naves. En su interior se conserva la imagen recostada de la santa sobre su sepulcro. El conjunto escultórico destaca por su belleza y acertada composición y surgió de las manos de un genial artista: Diego de Siloé. El santuario de Santa Casilda —su interior suele estar abierto los fines de semana— también es conocido por su famosa y concurrida fiesta de La Tabera.
CAMINO SAGRADO HASTA SANTA CASILDA
La fama de Santa Casilda, especialista en milagros relacionados con la fertilidad, propició que se acercaran hasta el corazón de La Bureba miles y miles de devotos, sobre todo mujeres, deseosos de obtener descendencia. Incluso llegó al lugar, con esa intención, la mismísima Isabel la Católica.
Casi seguro que la reina siguió el camino que desde Rojas asciende hasta los pozos sagrados y la tumba de la santa. Son 11 kilómetros, entre ida y vuelta, con un desnivel, tanto de subida como de bajada, de 205 metros.
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SANTUARIO DE SANTA CASILDA
Corría el año 1040 cuando Casilda, una rubia princesa árabe hija del rey de Toledo, cayó víctima de una enfermedad incurable. Enterada de que en las remotas tierras cristianas de La Bureba existían unos lagos de aguas milagrosas, acudió hasta ellos para intentar curar el mal de su sangre. Muy pronto fue bautizada y tras una breve vida eremítica murió en loor de santidad. El renombre de los lagos de San Vicente, que así se llamaban estas milagrosas aguas burebanas, fue creciendo y con el paso de los siglos se convirtieron en un concurrido lugar de peregrinación al que acudían las gentes atraídas por la fama taumatúrgica, relacionada con la fertilidad, de la singular santa de origen bereber.
En el siglo XVI se levantó en lo más alto del risco que preside los lagos —en la actualidad se conservan los llamados pozo Blanco y pozo Negro— un santuario en el que sobresale una capilla renacentista de tres naves. En su interior se conserva la imagen recostada de la santa sobre su sepulcro. El conjunto escultórico destaca por su belleza y acertada composición y surgió de las manos de un genial artista: Diego de Siloé. El santuario de Santa Casilda —su interior suele estar abierto los fines de semana— también es conocido por su famosa y concurrida fiesta de La Tabera.
CAMINO SAGRADO HASTA SANTA CASILDA
La fama de Santa Casilda, especialista en milagros relacionados con la fertilidad, propició que se acercaran hasta el corazón de La Bureba miles y miles de devotos, sobre todo mujeres, deseosos de obtener descendencia. Incluso llegó al lugar, con esa intención, la mismísima Isabel la Católica.
Casi seguro que la reina siguió el camino que desde Rojas asciende hasta los pozos sagrados y la tumba de la santa. Son 11 kilómetros, entre ida y vuelta, con un desnivel, tanto de subida como de bajada, de 205 metros.