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Monasterio de la Asunción de Nuestra Señora

Monasterio de la Asunción de Nuestra Señora

Castil de Lences, perteneciente al municipio de Poza de la Sal, es un pequeño y remoto pueblo situado en uno de los valles occidentales de La Bureba. Cuenta con una iglesia parroquial del
siglo XII, una de las más antiguas del románico burgalés.

Pero su verdadera joya artística es el Monasterio de la Asunción, de monjas clarisas. Fue fundado a finales del siglo XIII por mandato de Doña Sancha de Rojas y Velasco. El 2 de febrero de 1282, Doña Sancha reunió a su familia, al poderoso abad de Oña, a varios sacerdotes, monjas, frailes franciscanos y vecinos de la villa, y ante todos ordenó al escribano que leyera la detallada carta fundacional. Dicha carta sorprende por la gran hacienda que dejó al monasterio, con bienes diseminados en varias localidades.

El documento fundacional alude varias veces al “Monasterio de Santa Clara” de Castil de Lences, pues al parecer Doña Sancha era devota ferviente de Santa Clara. No obstante, la verdadera patrona del monasterio es Nuestra Señora de la Asunción.

Las primeras monjas del monasterio de Castil de Lences procedían del monasterio de Santa Clara de Burgos, fundado en 1234. Se trataba de cuatro hermanas en total, de las que hoy sólo se conoce el nombre de la abadesa, Doña Gracia López de Callón.

 



09592 Castil de Lences, Burgos







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Más info

Hay pocos documentos que hablen de los primeros momentos del monasterio. El más importante es la carta fundacional, que se guarda cuidadosamente en el archivo y de la que se realizaron varias copias en diferentes siglos, por temor a robos o incendios.

Una muralla de piedra protege todo el conjunto monacal, que está muy integrado en el pueblo, ya que los materiales utilizados en su construcción son similares a los empleados en el caserío. El monasterio guarda en su interior numerosos y valiosos elementos artísticos. La joya de Castil es el claustro, de planta trapezoidal y construido con piedra toba. Las crujías están cubiertas por bóvedas de crucería, y el refectorio, por cuatro arcos rebajados, que sostienen una techumbre de madera. Sus capiteles son austeros.

En las cuatro esquinas del claustro apreciamos las estrellas de los Rojas y las barras de los Velasco. Tradicionalmente el suelo fue de ladrillo rojo, pero una reconstrucción poco acertada le dotó de un suelo de cemento que rompe bastante con la estética del conjunto.

La iglesia conventual está cubierta por varias bóvedas góticas estrelladas. La sillería es austera y queda perfectamente iluminada por la luz que le proporcionan sendos ventanales ojivales, abiertos en la restauración de 1964. En la cabecera hay un interesante retablo barroco del siglo XVIII. Un elemento muy valorado en el monasterio es el coro, situado a los pies de la iglesia, cubierto por una bóveda ojival de finales del XIII. Entre sus tesoros artísticos hay que destacar un tríptico hispanoflamenco, con escenas de la Pasión.

Las monjas clarisas han vivido en el monasterio desde su fundación, renovando cada día los propósitos de su fundadora. Actualmente se dedican a restaurar valiosas telas y bordados.

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El documento fundacional alude varias veces al “Monasterio de Santa Clara” de Castil de Lences, pues al parecer Doña Sancha era devota ferviente de Santa Clara. No obstante, la verdadera patrona del monasterio es Nuestra Señora de la Asunción.

Las primeras monjas del monasterio de Castil de Lences procedían del monasterio de Santa Clara de Burgos, fundado en 1234. Se trataba de cuatro hermanas en total, de las que hoy sólo se conoce el nombre de la abadesa, Doña Gracia López de Callón.

 



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Hay pocos documentos que hablen de los primeros momentos del monasterio. El más importante es la carta fundacional, que se guarda cuidadosamente en el archivo y de la que se realizaron varias copias en diferentes siglos, por temor a robos o incendios.

Una muralla de piedra protege todo el conjunto monacal, que está muy integrado en el pueblo, ya que los materiales utilizados en su construcción son similares a los empleados en el caserío. El monasterio guarda en su interior numerosos y valiosos elementos artísticos. La joya de Castil es el claustro, de planta trapezoidal y construido con piedra toba. Las crujías están cubiertas por bóvedas de crucería, y el refectorio, por cuatro arcos rebajados, que sostienen una techumbre de madera. Sus capiteles son austeros.

En las cuatro esquinas del claustro apreciamos las estrellas de los Rojas y las barras de los Velasco. Tradicionalmente el suelo fue de ladrillo rojo, pero una reconstrucción poco acertada le dotó de un suelo de cemento que rompe bastante con la estética del conjunto.

La iglesia conventual está cubierta por varias bóvedas góticas estrelladas. La sillería es austera y queda perfectamente iluminada por la luz que le proporcionan sendos ventanales ojivales, abiertos en la restauración de 1964. En la cabecera hay un interesante retablo barroco del siglo XVIII. Un elemento muy valorado en el monasterio es el coro, situado a los pies de la iglesia, cubierto por una bóveda ojival de finales del XIII. Entre sus tesoros artísticos hay que destacar un tríptico hispanoflamenco, con escenas de la Pasión.

Las monjas clarisas han vivido en el monasterio desde su fundación, renovando cada día los propósitos de su fundadora. Actualmente se dedican a restaurar valiosas telas y bordados.

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