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El nuevo columpio gigante en Burgos

El columpio panorámico más nuevo e inspirador para tus escapadas está en la provincia de Burgos

El columpio panorámico más nuevo e inspirador para tus escapadas está en la provincia de Burgos

Para disfrutar de un particular vuelo a diez metros de altura sobre un panorama de cuento, hay que poner rumbo a Santocildes, en Las Merindades. Este diminuto pueblo, con menos de diez habitantes, está rodeado de un mundo de joyitas naturales. Su nuevo columpio gigante regala las vistas más sublimes del Valle de Tobalina. Corre y disfruta antes de que se corra la voz.

Viernes, 5 de septiembre de 2025.- En el corazón del Valle de Tobalina se extiende un oasis de frescor verde, hoces y desfiladeros que recuerda a Noruega. Allí, el calor se diluye incluso en los días más duros del estío. No solo los termómetros se detienen: también el tiempo y el estrés se licúan entre paisajes infinitos. Para disfrutarlos aún más, una experiencia sorprendente e inolvidable acaba de ver la luz: un columpio gigante de casi diez metros de altura que invita a volar sobre un escenario único. Todo un regalo para los visitantes, fruto de un audaz proyecto vecinal.

 

La magia de Santocildes

Para disfrutar de tan tentadora propuesta hay que llegar a Santocildes, una diminuta joya de la provincia de Burgos, en el corazón de Las Merindades. En el Valle de Tobalina, entre arroyos y verdes laderas, este pequeño pueblo aloja a apenas diez habitantes. Santocildes conserva en sus escasas calles el aire sereno de los pueblos que parecen detenidos en el tiempo, con empedrados que susurran un pasado medieval, de tiempos vinculados a la Merindad de Castilla Vieja.

Durante el verano, sus calles detenidas en el tiempo cobran vida al recibir visitantes que buscan la calma, el paisaje y una experiencia que eleva lo sencillo.

Basta un paseo de apenas diez minutos desde el núcleo del pueblo para alcanzar su nuevo columpio gigante, custodiado por un túnel de vegetación que abre paso a un merendero cubierto donde se erige su singular recién creado tesoro.

Desde allí, la invitación es clara: mirar lejos, allá donde la vista se pierde entre los Montes Obarenes e incluso se alcanza a distinguir la silueta del castillo de la bella Frías y dejarse llevar…

El columpio más grande de la provincia de Burgos

 

Torre de los Bonifaz (8 minutos en coche desde Santocildes). En el pequeño núcleo de Lomana, se erige una vigía silenciosa del valle: la Torre de los Bonifaz. Esta fortaleza del siglo XV, con muros robustos y proporciones sólidas, ha visto pasar siglos de historia desde su posición estratégica. Sus ventanas, finamente labradas, contrastan con la rotundidad de la piedra, dejando entrever la delicadeza que convivía con la defensa en otros tiempos.

Rodeada de prados y encinas, la torre parece emerger como un faro de piedra en medio del paisaje. Pasear por sus alrededores es un ejercicio de imaginación: pensar en los antiguos moradores, en los ecos de la vida medieval y en cómo este símbolo de resistencia ha permanecido, imperturbable, mientras el mundo cambiaba a su alrededor.

Cascada del Peñón (diez minutos en coche desde Santocildes). Entre Pedrosa de Tobalina y La Orden, el río Jerea se precipita en una caída de unos doce metros que, más que una cascada, parece un telón líquido suspendido entre dos orillas. Una mágica caída de agua que siempre ofrece la postal perfecta.

Sus aguas, en constante movimiento, se transforman con la luz del día y, también, con las estaciones del año: en verano el agua reposa en un sugerente verde esmeralda que, junto al sonido, suave y constante, del caer de agua, ofrece el espectáculo natural soñado a quienes se acercan a ella. En días soleados, la bruma que levanta el agua forma pequeños arcoíris que confieren aún más magia a este precioso lugar.

 

Monasterio de San Miguel (quince minutos desde Santocildes). Fundado en el siglo XVI, el Monasterio de San Miguel, en San Martín de Don, es una joya arquitectónica envuelta en la serenidad del campo burgalés. Sus muros de piedra clara, sobrios y armónicos, parecen construidos para resistir tanto al tiempo como al ruido del mundo. Las formas sencillas de su iglesia y dependencias invitan a una contemplación pausada, como si cada piedra hubiera sido colocada pensando en la calma que transmite.

Al caer la tarde, la luz se filtra suavemente por los ventanales, tiñendo el interior de tonos dorados. El silencio aquí no es vacío: está lleno de historia, de oraciones antiguas y de una paz que se siente en cada rincón. Un lugar para detener el reloj y escuchar, no solo con los oídos, sino con el alma.

 

Embalse y Hoces de Sobrón (veinticinco minutos en coche desde Santocildes). Estamos en un lugar mágico, donde el río Ebro se abre paso entre paredes rocosas creando un paisaje que alterna la fuerza de la montaña con la quietud del agua. El embalse es un espejo inmenso donde se reflejan los riscos y el cielo, ideal para quienes buscan deportes acuáticos como el pádel surf o el kayak, pero también para quienes solo quieren pasear por sus orillas y dejarse envolver por la belleza.

La experiencia aquí es doble: por un lado, el impacto visual de las hoces, que parecen abrazar el río; por otro, la sensación de aventura que aporta navegar por sus aguas tranquilas. En los días claros, el turquesa del embalse y el canto de las aves que habitan la zona convierten la visita en un auténtico regalo para los sentidos.

 

Desfiladero del río Purón (veinticinco minutos en coche desde Santocildes). El desfiladero del río Purón es un pasillo natural esculpido por siglos de paciencia del agua. Desde el inicio de la ruta en el encantador pueblo de Herrán, el sendero se adentra en un universo de paredes verticales que se cierran como si quisieran guardar el secreto del río. El agua corre a tu lado, a veces serena, a veces impetuosa, narrando su propia historia mientras la vegetación se abraza a las rocas.

Llegar al corazón del desfiladero es sentir cómo la naturaleza, en su aparente silencio, está viva en cada grieta, en cada gota y en cada sombra.

 

Provincia de Burgos, Origen y Destino

Burgos es origen de la lengua castellana, del primer hombre europeo, cuna de leyendas, cruce de caminos, así como punto de partida de relevantes hechos históricos que han dejado un legado cultural, arquitectónico, artístico y etnográfico. A su vez, Burgos es destino para todos aquellos que buscan un viaje lleno de sensaciones donde el patrimonio, la naturaleza, la gastronomía y la historia van de la mano.



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Viernes, 5 de septiembre de 2025.- En el corazón del Valle de Tobalina se extiende un oasis de frescor verde, hoces y desfiladeros que recuerda a Noruega. Allí, el calor se diluye incluso en los días más duros del estío. No solo los termómetros se detienen: también el tiempo y el estrés se licúan entre paisajes infinitos. Para disfrutarlos aún más, una experiencia sorprendente e inolvidable acaba de ver la luz: un columpio gigante de casi diez metros de altura que invita a volar sobre un escenario único. Todo un regalo para los visitantes, fruto de un audaz proyecto vecinal.

 

La magia de Santocildes

Para disfrutar de tan tentadora propuesta hay que llegar a Santocildes, una diminuta joya de la provincia de Burgos, en el corazón de Las Merindades. En el Valle de Tobalina, entre arroyos y verdes laderas, este pequeño pueblo aloja a apenas diez habitantes. Santocildes conserva en sus escasas calles el aire sereno de los pueblos que parecen detenidos en el tiempo, con empedrados que susurran un pasado medieval, de tiempos vinculados a la Merindad de Castilla Vieja.

Durante el verano, sus calles detenidas en el tiempo cobran vida al recibir visitantes que buscan la calma, el paisaje y una experiencia que eleva lo sencillo.

Basta un paseo de apenas diez minutos desde el núcleo del pueblo para alcanzar su nuevo columpio gigante, custodiado por un túnel de vegetación que abre paso a un merendero cubierto donde se erige su singular recién creado tesoro.

Desde allí, la invitación es clara: mirar lejos, allá donde la vista se pierde entre los Montes Obarenes e incluso se alcanza a distinguir la silueta del castillo de la bella Frías y dejarse llevar…

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Torre de los Bonifaz (8 minutos en coche desde Santocildes). En el pequeño núcleo de Lomana, se erige una vigía silenciosa del valle: la Torre de los Bonifaz. Esta fortaleza del siglo XV, con muros robustos y proporciones sólidas, ha visto pasar siglos de historia desde su posición estratégica. Sus ventanas, finamente labradas, contrastan con la rotundidad de la piedra, dejando entrever la delicadeza que convivía con la defensa en otros tiempos.

Rodeada de prados y encinas, la torre parece emerger como un faro de piedra en medio del paisaje. Pasear por sus alrededores es un ejercicio de imaginación: pensar en los antiguos moradores, en los ecos de la vida medieval y en cómo este símbolo de resistencia ha permanecido, imperturbable, mientras el mundo cambiaba a su alrededor.

Cascada del Peñón (diez minutos en coche desde Santocildes). Entre Pedrosa de Tobalina y La Orden, el río Jerea se precipita en una caída de unos doce metros que, más que una cascada, parece un telón líquido suspendido entre dos orillas. Una mágica caída de agua que siempre ofrece la postal perfecta.

Sus aguas, en constante movimiento, se transforman con la luz del día y, también, con las estaciones del año: en verano el agua reposa en un sugerente verde esmeralda que, junto al sonido, suave y constante, del caer de agua, ofrece el espectáculo natural soñado a quienes se acercan a ella. En días soleados, la bruma que levanta el agua forma pequeños arcoíris que confieren aún más magia a este precioso lugar.

 

Monasterio de San Miguel (quince minutos desde Santocildes). Fundado en el siglo XVI, el Monasterio de San Miguel, en San Martín de Don, es una joya arquitectónica envuelta en la serenidad del campo burgalés. Sus muros de piedra clara, sobrios y armónicos, parecen construidos para resistir tanto al tiempo como al ruido del mundo. Las formas sencillas de su iglesia y dependencias invitan a una contemplación pausada, como si cada piedra hubiera sido colocada pensando en la calma que transmite.

Al caer la tarde, la luz se filtra suavemente por los ventanales, tiñendo el interior de tonos dorados. El silencio aquí no es vacío: está lleno de historia, de oraciones antiguas y de una paz que se siente en cada rincón. Un lugar para detener el reloj y escuchar, no solo con los oídos, sino con el alma.

 

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La experiencia aquí es doble: por un lado, el impacto visual de las hoces, que parecen abrazar el río; por otro, la sensación de aventura que aporta navegar por sus aguas tranquilas. En los días claros, el turquesa del embalse y el canto de las aves que habitan la zona convierten la visita en un auténtico regalo para los sentidos.

 

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Llegar al corazón del desfiladero es sentir cómo la naturaleza, en su aparente silencio, está viva en cada grieta, en cada gota y en cada sombra.

 

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